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Adrián Dupuy

Pedro Sánchez: 'ecce homo'

Resulta asombroso que todavía haya una parte de la sociedad que le crea y le vote.

Resulta asombroso que todavía haya una parte de la sociedad que le crea y le vote.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez | EFE

Pedro Sánchez se estrenó en la Política con mayúsculas en el mes de julio del año 2014, cuando ganó las primarias del PSOE. Su primera intervención, el mismo día siguiente, fue así: los partidos socialista y popular europeos habían alcanzado un acuerdo (un pacto entre caballeros) por el que los socialistas tendrían la Presidencia del Parlamento Europeo (Martin Schultz) y los conservadores la presidencia de la Comisión (Klaus Junker). Cuando el pacto entre caballeros se había llevado a efecto parcialmente y los socialistas ya habían conseguido la Presidencia de la Eurocámara gracias a los votos de los conservadores… entonces llegó Pedro Sánchez y dio instrucciones expresas para que los eurodiputados socialistas españoles votaran en contra. Dejó atónitos al resto de los socialistas europeos (que votaron a favor de Junker) y a los propios socialistas españoles, que no pudieron sino pedir excusas, avergonzados.

Tal es el hombre. Sánchez prefiere aparecer en España como una persona de izquierdas, que nunca votará a un conservador, que evitar el ridículo y bochorno que supone para España la falta de respeto a la palabra dada. ‘Que yo no la di’, ‘yo no estoy vinculado’, se excusaba…, pero la dieron los suyos, que consiguieron la Presidencia del Parlamento para un socialista gracias al acuerdo que luego no respetó… Juzguen ustedes.

Ése fue el comienzo. Más tarde vendría el recalcitrante "no es no" a Rajoy (muy parecido a lo de Junker), y luego su preferencia por Iglesias y su desprecio a Casado, porque es tan de izquierdas que prefiere perder el sueño.

Ha ocurrido algo parecido. El sábado 28 de marzo, el diario El País llevaba a su portada un sonoro titular:

Michel: "¿Tenemos acuerdo, Pedro?". Sánchez: "No. Así es inaceptable". Así fue la tensa cumbre de la UE. España e Italia se plantaron en seco frente a Alemania y Holanda.

Lo asombroso del caso es que la noticia venía adornada con una foto de Pedro Sánchez sentado enfrente de una pantalla mientras asistía a la reunión del Consejo Europeo por videoconferencia, y, peor aún, la noticia reproducía literalmente las conversaciones que mantuvieron los mandatarios que participaban en ella: Michel, Rutte, Conte, Merkel…; "Angela… ¿no entendéis la emergencia que estamos viviendo?". Impresionante la valentía y la altura política del hombre, que tan afanosamente se preocupaba por sus ciudadanos.

El problema es que las reuniones del Consejo de Europa (como las reuniones del Consejo de Ministros) son secretas, y el secreto de las deliberaciones es un valor consustancial a su funcionamiento que se debe de respetar. Pero Sánchez y Producciones Redondo prefieren pasarse por el forro el secreto de las deliberaciones y cabrear a Europa si ello les permite un buen titular que hacer valer internamente, y que El País rápidamente aprovecha. Salvad al soldado Sánchez parece ser la desesperada consigna, ante el absoluto fiasco que padecemos. ¿Quién va a ayudar a un hombre que, por pura demagogia, falta a su palabra o filtra el contenido de sus reuniones? ¿Hace falta preguntarse qué piensa Europa, y el mundo, de Pedro Sánchez?

Y lo grave es que cada vez que sale se pavonea, insulta y miente de forma compulsiva, ¡hasta a la CNN! Sus discursos televisados durante esta pandemia están siendo vacíos, mendaces y cansinos. Pero también fatuos, llenos de presunción y vanidad infundada y ridícula (¡visto el desastre!). Para permitirse ese tono grandilocuente no basta con ser presidente del Gobierno. Uno debe tener lo que los romanos llamaban auctoritas. Y Sánchez no la tiene. Sánchez sólo tiene la potestas que le otorga el cargo. La auctoritas es un poder basado en el reconocimiento social y prestigio de una persona con fuerza moral para emitir una opinión cualificada sobre un asunto. La auctoritas se gana demostrando a los demás, a través de la experiencia, que se es digno de respeto. Y Sánchez, o cambia mucho o nunca tendrá auctoritas, porque únicamente está entregado a la demagogia, cegado en su confianza absoluta en el rasputín Redondo, que es un mercenario amoral y que inevitablemente convertirá a Sánchez –si no lo es ya– en un esperpento. Con Sánchez nada es real. Todo es fake.

Resulta asombroso que todavía haya una parte de la sociedad que le crea y le vote. Resulta más asombroso (asumiendo el plus de formación) que una parte de los periodistas también le apoye, porque pueda más la ideología mamada que el análisis sereno de los hechos objetivos. Una ideología en la que está el origen del mal, porque es excluyente, vengativa y rencorosa, carente de ética, que desprecia la verdad, envenena y prefiere fomentar el odio entre los ciudadanos y la confrontación –la izquierda contra la derecha– antes que la búsqueda de la paz social, quizá porque una vez leyeron lo de que la lucha de clases es el motor de la Historia. Eso es el marxismo.

Sánchez, ecce homo, es marxista. Ahí está el quid. Y ello le incapacita para hacer una gran coalición, porque íntimamente desprecia a todos los que estamos en el centro-derecha y no desaprovecha ninguna ocasión para demostrarlo.

Termino con una frase del periodista Carlos Herrera: "El problema de España no son los nacionalistas, es el sectarismo enfermizo del PSOE", que le lleva a preferir pactar con Bildu, Podemos o la CUP. Y así va a ser imposible salir bien de esto.

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