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Los indignados ya no

Con Podemos en el Gobierno copresidiendo el fracaso ante la pandemia, los que protestan violentamente no son el pueblo justamente indignado, sino la peor escoria.

Con Podemos en el Gobierno copresidiendo el fracaso ante la pandemia, los que protestan violentamente no son el pueblo justamente indignado, sino la peor escoria.
Imagen obtenida automáticamente desde Dailymotion | Dailymotion

En la violencia todo está en el quién. En nuestro país, con años de terrorismo y kale borroka a sus espaldas, con cientos o miles de algaradas callejeras por esto o por lo otro, incluidas, entre las más recientes, las protagonizadas por las hordas del separatismo catalán, tenemos experiencia en la materia. Esa experiencia arroja la siguiente vergüenza: incendiar las calles, destruir cajeros y escaparates, saquear tiendas y apalear a policías se ha celebrado o se ha justificado –la justificación es la celebración muda– en razón de quiénes lo hacían y su supuesta causa. Hasta las bombas y los tiros en la nuca fueron justificados, y por lo mismo.

Disturbio tras disturbio, los justificadores nos han dicho que el germen de la violencia es la indignación y han compuesto una larga lista de causas de indignación completamente justificadas, como la sempiterna injusticia, la terrible precariedad o los crueles desahucios. La violencia, nos han dicho, tiene causas y esas causas hay que comprenderlas. Hay que comprenderlas, atenderlas e inclinarse humildes ante ellas. Ciertamente, la verdadera razón por la que aconsejan inclinarse humildes ante ellas es que esas causas coinciden con las suyas. ¿Y cuando no coinciden?

Cuando no coinciden, los justificadores habituales de la violencia callejera ya no dicen que es inspiradora o un ejercicio democrático –o jarabe democrático–. Entonces, será intolerable y clamarán en contra, como claman contra los disturbios que hubo en una quincena de ciudades en protestas por el toque de queda. Claman, por supuesto, en razón del quién: los jóvenes indignados no son de los suyos. Corrijamos: creen que no lo son. En otras circunstancias, esos violentos serían el pueblo indignado por las injusticias de los poderosos. Pero ya no tienen simpatía para con los indignados. Con Podemos en el Gobierno copresidiendo el fracaso ante la pandemia, los que protestan violentamente por los cierres no son el pueblo justamente indignado, sino la peor escoria. Y no escoria espontánea, sino organizada por los adversarios políticos.

Los especialistas en capitalizar la indignación, ahora tienen el propósito de aprovechar estos brotes indignados para que, en estos concretos instantes de la epidemia española, el asunto más importante y crucial no sea el gran fracaso en el control del virus, sino la búsqueda de la mano negra de los disturbios del fin de semana.

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