Francisco, papa de la Iglesia Ecuménica Peronista (IEP), hizo público su pesar por el fallecimiento del futbolista Diego Armando Maradona, con quien se había reunido en tres ocasiones, y envió un rosario bendecido a la más veterana de sus muchas viudas. También la vicepresidenta peronista argentina, Cristina Fernández de Kirchner, depositó un rosario, además de una corona de flores, sobre el ataúd de su difunto correligionario. El presidente peronista argentino, Alberto Fernández, el presidente del Gobierno sanchicomunista de España, Pedro Sánchez, su cofrade chavista Pablo Iglesias, y los dictadores de Venezuela y Cuba, se deshicieron en alabanzas al ídolo que ostentaba, tatuadas, las imágenes del déspota Fidel Castro y del psicópata Ernesto Che Guevara.
La Internacional Descamisada
Hasta aquí todo muy previsible. Lo que desentonó en el coro de himnos sectarios fue que Emmanuel Macron, presidente de la por tantas razones admirada República de Francia, se sumara al orfeón de la Internacional Descamisada. El comunicado de condolencia del Elíseo se rebajó al nivel de las lisonjas pomposas de las plañideras profesionales. “La mano de Dios había puesto a un genio del fútbol sobre la tierra. Ahora acaba de arrebatárnoslo, con un regate imprevisto que ha engañado a todas nuestras defensas”, reza el texto, que después de verter otras cursilerías concluye, en español, con un esotérico: “Diego se queda” (“Dios y el Elíseo”, LV, 27/11).
El hecho de que un gobernante de la categoría de Macron dedicase esta ridícula elegía fúnebre a un descerebrado cuyo único rasgo sobresaliente consistió en saber conectar el pie (o la mano) con el balón en el momento oportuno, fue otro síntoma de que avanza la descomposición de nuestras sociedades civilizadas. Descomposición que se hace más visible cada vez que multitudes de adictos a un equipo invaden los estadios para vitorear a su mercenario favorito cuando este juega, o se apoderan de las calles y las plazas (y hasta de la Casa de Gobierno argentina) para llorarlo cuando muere. Si no los cegara el fanatismo, se darían cuenta de que son mucho más admirables las proezas que ejecuta en el trapecio, con riesgo para su vida, y a veces perdiéndola, un acróbata del Cirque du Soleil, resignado a actuar solo para minorías que han dejado la empresa al borde de la bancarrota.
Crápula arrabalero
Y los medios de comunicación… Ah, los medios de comunicación y las redes sociales, con una campaña de canonización que solo desliza crípticas insinuaciones sobre el “lado oscuro” del difunto, sepultadas bajo toneladas de apologías hagiográficas, anécdotas pintorescas y esperpentos retóricos, con muchas ilustraciones para rememorar hazañas deportivas y apócrifas escenas domésticas. Sin embargo, si pusieran tanto empeño en mostrar ese “lado oscuro” de la vida de Maradona como el que dedicaron a desacreditar con noticias falsas la impecable trayectoria humana y artística de Plácido Domingo, tendrían material de sobra para saciar los apetitos malsanos del público morboso narrando las verídicas extravagancias obscenas de un auténtico crápula arrabalero.
A Plácido Domingo, las valquirias heterófobas le atribuyeron, hurgando en cotilleos anónimos que se remontaban a los tiempos de Maricastaña, tocamientos furtivos, besos robados, invitaciones a encuentros, frases galantes y esas miradas lascivas que la ministra Irene Torquemada Montero clasifica como delitos. Jamás hubo denuncias contra Domingo ante la Justicia, ni acusaciones de acoso sexual o violencia física. Sí, tenía fama de donjuán. La soprano Ainoha Arteta lo defendió: “Le gustaban las mujeres. ¿A quién no?”.
Pero los bulos bastaron para que le cancelaran actuaciones en teatros de ópera y borraran su nombre de centros de enseñanza artística que él había fundado, como sucedió en Valencia. Allí, la vicepresidenta del Consell regional y consejera de Igualdad, Mónica Oltra, justificó la medida inquisitorial diciendo: “La calidad profesional debe ir también ligada a la ejemplaridad humana”.
La piltrafa en el pedestal
Nadie más rico en ejemplaridad humana que Domingo, y nadie más desprovisto de ella que el depravado fanfarrón argentino. Uno de los pocos artículos periodísticos que lo mostraron tal como era en la vida real, lo publicó Nuria Hernández en Vanity Fair (25/11). Cuenta con lujo de detalles, con fechas y ubicaciones geográficas, cómo fue esparciendo su simiente por el mundo, entre nueve mujeres (las conocidas, sin contar las menores contratadas para los interludios orgiásticos), engendrando por lo menos once hijos, cinco de ellos reconocidos (tres cuando ya eran adultos, mediante sentencias judiciales), mientras siguen pendientes otros seis pedidos de filiación (cuatro en Cuba y dos en Argentina). ¡Y el magnate embrutecido -con una fortuna calculada entre 75 y 100 millones de dólares en efectivo, más inmuebles, automóviles de alta gama, joyas valiosas, etc. (diario Clarín, 1/12)- amenazó con desheredarlos a todos!
Drogadicto confeso, alcohólico exhibicionista, hijo adoptivo de la Camorra napolitana, maltratador de mujeres, autor de disparos de perdigones contra periodistas en una finca de Buenos Aires y agresor de otros a puñetazos… un depredador que solo puede servir de ejemplo en una galería de monstruos atrabiliarios.
Montar esta piltrafa en un pedestal es, precisamente, otro síntoma de lo descompuesta que está nuestra civilización.
PS: Felicitemos a la jugadora Paula Dapena, del equipo gallego de fútbol femenino Viajes Interrías, que tuvo el coraje y la dignidad de negarse a participar en el homenaje que se tributó en el estadio a quien ella definió (LV, 1/12), sin pelos en la lengua y haciendo caso omiso de las amenazas de muerte recibidas, como el “violador, maltratador, pedófilo, putero” Diego Armando Maradona. Un epitafio perfecto para un sujeto deleznable.