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Zoé Valdés

Ni saliva ni papel: a rajatabla

España no, me decía yo. Con España no pasará, y me iba adormilando en esa cantileta... Pues ha pasado.

Mi abuela siempre me advertía: “No gastes saliva ni papel con quien no lo merece. No te destaques, no levantes la mano primero que el resto. Pero si no queda más remedio: ¡a rajatabla con todo!”. Tardé tiempo en hacerle caso, no sólo demoré en seguir su consejo, además perdí buena parte de mi existencia atendiendo a inútiles por no obedecer lo que debía; y he permitido que me pisoteen a costa de generosos silencios. Sin embargo, de una década a esta parte me dije: no más. Y, en efecto, no más.

Antes de que llegue la Navidad, lo soltaré alto y claro: no voy a hacer como si no hubiera pasado nada, qué va, basta de fingimientos. Este año ha sido ya la prueba que necesitábamos para confirmar que el mundo es una reverenda mierda en manos de asesinos y corruptos, que antes de que vengan a enterrarnos el puñal recomiendo tener el cuchillo bien afilado bien a mano y atacar primero. El que da primero da dos veces, eso también me lo decía mi abuela. A ese consejo sí le hice caso y me fue muy bien, la prueba es que todavía estoy aquí. Asestar el golpe siempre antes, no lo olviden.

Para no cansarles lo diré una vez más, pero quizás de manera más cruda: Cuba no existe. Cuba es un mojón apestoso en medio de un mar todavía más apestoso a sangre de balsero. Esa oposición que hoy en día sale en la prensa oficialista mundial es peor que la tiranía misma, porque no sólo dialoga con ella, traicionando a los cubanos, además roba a los cubanos a las dos manos, como mismo roba la tiranía: dominando y manipulando a los cubanos por hambre. Estoy segura de que si mañana Viktor Orbán (por poner un ejemplo de anticomunista), u otro político conservador de estos atildados y coherentes, quisiera reunirse con algún cubano que pudiese representar el futuro de esa desdichada isla, al observar lo que le propone un grupo de pachangueros y bullangueros, infiltrados hasta el tuétano por el DSE (Departamento de la Seguridad del Estado), a los que lo único que se les ocurre son performances izquierdosos, y anhelar ser considerados más de izquierdas que la tiranía misma, no dudaría ni un segundo y entonces se reuniría con el bien pelado y enguayaberado Díaz Canel, la marioneta de Raúl Castro y su hijo y yerno. Si total, eso mismo es lo que propone esa bichidisidencia.

Pero, vamos a ver, si en Estados Unidos ha habido el fraude electoral de la magnitud que estamos viendo, y el presidente de ese país debe enfrentar a los corruptos y criminales demócratas, pero también a los traidores republicanos, ¿qué podemos esperar para Cuba, una isleta en medio de un charco podrido de cadáveres?

En cuanto a España: bien, aquí respiro y hasta suspiro hondo. España no, me decía yo. Con España no pasará, y me iba adormilando en esa cantileta... Pues ha pasado. Todavía no de un tajo, pero ya España es un trozo de plasta de toro en medio de Europa que le tiene que abrir las nalgas a Marruecos para que se la clave más hondo y los atraviese hasta la frente. El Rey, bueno, yo también esperaba, creía, etcétera y demás… Pero el Fatuo se le ha ido por encima del nivel. El Fatuo es comunista ya no tan tapiñado, y es un chusma que frente a la buena educación y modales de un rey pues le sobran agallas. El Fatuo es un tipo que cuando no le dan lo que quiere aprieta las mandíbulas y le abre el esfínter al rey de Marruecos, al de España lo colgaría si pudiera. Sí, advertí que voy a rajatabla con todo. Todavía se puede degustar jamón y turrones, pero en cuanto se terminen e impongan la tarjeta o la libreta de racionamiento, los españoles no tendrán a una Nitza Villapol y a una Margot que les enseñe a hacer jamón serrano de la corteza de un bagazo de caña, y hasta a hallarle el sabor a jamón. A no ser que la señorita Tamara Falcó vuelva a la tele, pero que Tamara Falcó vuelva a la tele es más improbable que el que la guerra bacteriológica del PCCh se acabe de una buena vez. Porque la guerra bacteriológica de los comunistas chinos llegó para quedarse, y aquí estamos siendo sus esclavos.

Tan esclavos somos que he leído que ya la RAE se está pensando la palabra del año, y anda dudosa entre coronavirus, mascarilla y no sé qué pendejada más. Yo se lo pongo fácil, tiene una, la palabra del año es esclavo. Sin más.

De Francia ni hablo, en manos de un macabro personaje, víctima y victimario de su historia personal, exbanquero de los Rothschild (dije que no me callaría) y queriendo ganar la batalla que dejó pendiente Napoleón en Waterloo, al que lo vencieron las hemorroides y las tropas británicas. Pero esta batallita del mequetrefe que arrastra las erres a la manera de Racine resulta contra camioneros franceses y pescadores ingleses. Y aunque finja que padece el coronavirus con la intención de dar compasión, nadie se lo traga ya de ninguna forma; aparte, de antemano es sabido que con los ingleses no ha podido nadie en la historia. Así que a empolvarse la peluca en otro terreno… Aunque, quién sabe, porque de todos modos el mundo es una venerable diarrea de camello y por lo visto también Gran Bretaña y hasta Japón pertenecen a este maloliente chorro de cagada; francamente, eran los últimos en los que había depositado mi esperanza.

En cuanto a personajes actuales: si Trump fuera lo realmente malo que la prensa izquierdosa dice que es, y sus enemigos no han cesado de sentenciar durante cuatro años, ya hubiera armado una buena guerra mundial contra China, contra Irán, contra Rusia y contra el copón divino, hubiera arrancado de cuajo las cabezas de Castro II, Maduro y Ortega, sin contemplaciones, y a Putin y al ayatolá de turno los hubiera hervido junto con el norcoreano en una buena olla en el patio de la Casa Blanca; no sin antes fusilar, como hacen los tiranos que se respetan, a cuanto traidor le haya rozado. Y qué decir de los Clinton, los Obama, los Bush y Soros, que todavía andan brincoteando de alegría, creyendo groseramente gozosos que el viejo decrépito y manoseador ha ganado la basura de poder que ejercen a golpe de mentiras, abusos y crímenes, debieran estar –si Trump fuera de verdad un dictador– hechos polvo galáctico o vómito de cualquier perro al que no le ha gustado el picadillo que le han servido.

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