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Cristina Losada

Junqueras o el indulto innombrable

Ni con la mejor voluntad del mundo se puede deducir que esa parte del separatismo ha entendido que tiene que cumplir la ley.

Ni con la mejor voluntad del mundo se puede deducir que esa parte del separatismo ha entendido que tiene que cumplir la ley.
Oriol Junqueras. | Catalunya Radio

Un escrito firmado por Oriol Junqueras, con remite del centro penitenciario Lledoners, se ha presentado como evidencia de que aprueba los indultos que el presidente Sánchez desea concederles a él y al resto de condenados por el golpe de 2017. Así lo vocean los titulares de una prensa ávida de gestos que permitan absolver tanto a los separatistas que quebrantaron la ley como al Gobierno que ahora quiere perdonarles. Sin embargo, quien vaya al escrito tendrá que leer entre líneas para dar por supuesta la aprobación: la palabra indulto no aparece por ninguna parte. Resulta que el principal mensaje político de la carta de Junqueras no es explícito. El hecho de que Esquerra no pueda poner negro sobre blanco "indulto" es signo de su debilidad y, por ende, de la debilidad del relato –no hay más que relato– que ha armado el Gobierno para conceder las medidas de gracia.

Junqueras apoya los indultos que no puede nombrar, pero lo que reafirma explícitamente es que quiere la amnistía. Con un engaño similar, dice que el golpe de octubre, que llama su "respuesta" al Estado, no fue entendido como del todo legítimo por una parte de la sociedad, pero reitera la especie de que tres cuartas partes de los catalanes están a favor de un referéndum de autodeterminación. El magro reconocimiento de que su aventura separatista no contó con el respaldo de todos los catalanes queda así empequeñecido. Más aún cuando pone en duda que esa parte que no entendió sea catalana. Más todavía cuando se refiere a ella como los "que se hayan podido sentir excluidos". ¿Cómo que se sintieron excluidos? Claramente se los excluyó.

Mirando al futuro, que es como ha titulado el escrito, Junqueras no hace otra cosa que ver el pasado. En el futuro ve un referéndum de autodeterminación acordado, cuando eso es lo que vieron –y exigieron– los separatistas catalanes en el pasado: en el pasado que les condujo al golpe de octubre. Todo empezó, a fin de cuentas, con la demanda de un referéndum de independencia. Entonces lo llamaron "derecho a decidir" para que pareciera más ligero y digerible. No es casualidad que Esquerra renuncie ahora a aquel mínimo maquillaje, con el que se intentaba un aggiornamento de la autodeterminación, y vuelva al término duro, reservado en exclusiva a procesos de descolonización.

No hay regreso posible al pasado. No se puede volver a la casilla de salida, como si el golpe de octubre de 2017 no hubiera ocurrido. Pero eso es lo que ofrece Junqueras, en coincidencia de intereses con el Gobierno. Los dos pretenden borrar aquel brutal intento de ruptura, regresar al año cero del procés y entrar de nuevo en el laberinto del referéndum. Del escrito de Junqueras se podrán extraer, con mucho voluntarismo, los guiños que necesita Sánchez para sostener que los indultos serán útiles. Pero ni con la mejor voluntad del mundo se puede deducir que esa parte del separatismo ha entendido que tiene que cumplir la ley. Lo básico.

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