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Enrique Navarro

Suspiro Limeño

Ojalá el suspiro limeño siga siendo un postre maravilloso y no un lamento por un tiempo que dejaron que se les fuera entre las manos

Ojalá el suspiro limeño siga siendo un postre maravilloso y no un lamento por un tiempo que dejaron que se les fuera entre las manos
Una pancarta en una manifestación en Lima contra el gobierno comunista de Perú. | Cordon Press

Perú ha sido sin duda el mejor ejemplo de cómo la democracia y la economía de mercado han hecho más para reducir la desigualdad, por la reducción de la pobreza, por la innovación y por la apertura que las políticas comunistas y populistas de Venezuela, Argentina, Cuba, Nicaragua y tantos otros regímenes nacidos teóricamente para acabar con los "males" del capitalismo cuando y que sólo persiguen implantar el mal del comunismo.

Ningún país de Sudamérica ha mejorado todos sus ratios económicos en lo que va de siglo más que Perú; la reducción de la miseria duplica el ratio de todo el continente, y ha tenido elecciones democráticas durante décadas, si exceptuamos el periodo de Fujimori. Por cierto, para los que alegan que Castillo ganó las elecciones y que eso es garantía de democracia, deberían recordar que Fujimori las ganó con más de un 60% y que eso no fue óbice para que acabara derrocando la Constitución e implantando un régimen autoritario.

Por eso es tan importante para el Foro de Sao Paulo imponer el comunismo en Perú, es el sueño de oro de todos aquellos que mantienen que la economía liberal genera pobreza y desigualdad. Por eso el empeño de Castillo, Cerrón, Bellido y toda la fauna formada en el comunismo criollo financiado y auspiciado por Cuba y Venezuela, en hacer realidad ese sueño.

Como señala el manual del buen marxista, su primera acción es agudizar las contradicciones entre clases sociales quebrando la confianza y la seguridad económica de forma rápida con el fin de incrementar el malestar social. Se trata de atraer a los que tienen menos recursos al nuevo sistema ofreciendo créditos a todos los desfavorecidos, como ya ha anunciado el ministro de economía, que generarán más pobreza, inflación y hundirán el país.

Los vínculos con grupos terroristas que aparecen a diario de miembros del gobierno nos llevan a una segunda tragedia. Las dimisiones no deben confundirnos, fueron solo una maniobra para conseguir la confianza del Congreso, pero siguen ahí, los que quisieron destruir al Perú, los que mataban impunemente y fueron derrotados con un sacrificio en vidas humanas enormes son ahora los que rigen los designios de la nación. La rápida remoción de oficiales y almirantes realizada con nocturnidad muestra claramente que la hoja de ruta ya estaba marcada hace muchos años; saben con quién pueden contar y con quien no para ejecutar su plan. Decía un amigo mío peruano, que lideró la lucha contra el terrorismo en el VRAE, que Perú no podía perder el respeto por el sacrificio que habían hecho sus militares y civiles para salvar al país del caos. Existe la sensación de que los que el estado derrota por la fuerza de la ley, vuelven gracias a la ley y vencen y se imponen a la razón. Un país que olvida ese sacrificio, o que lo menosprecia, ¿cómo se puede llamar a sí mismo nación y sus habitantes patriotas?

Pero, ¿cuál es el empeño de Castillo en modificar la Constitución que ha traído bienestar y crecimiento? Pues permitir la nacionalización de la minería que constituye una de las principales fuentes de riqueza del país y que genera regalías por valor de cientos de millones. Y esta decisión ¿Obedece a los intereses del Perú o habría que relacionarla con el presunto pago del que se habla en los medios al hermano de Cerrón por parte de Chinalco, la mayor empresa minera china instalada hace años en Perú, obviamente controlada por el gobierno comunista de Beijing? China lleva años apropiándose de todas las materias primas del mundo, hay miles de chinos en minas en África, y disponen del petróleo venezolano, pero su voracidad no tiene límites. La minería de los Andes constituye un bien demasiado preciado, y por ahí debemos interpretar también los movimientos reaccionarios en Chile y Colombia. Siempre hay un interés detrás de todo, y aquí resulta evidente que no es el futuro del peruano.

Según cifras oficiales han salido del país 13.000 millones de dólares a lo largo del mes de agosto, hay miles de solicitudes de visados para emigrar a México o Uruguay, empresarios y exmilitares encabezan la salida, mientras que los bancos en Miami no dan a basto para abrir cuentas para peruanos. Perú, el país al que emigraban hasta hace bien poco los españoles, va camino de su peor pesadilla. El Banco Central ha debido intervenir gastando más de 10 billones de dólares -según JP Morgan- para sostener la moneda, el Sol, que se ha devaluado un 10% desde la llegada del gobierno. Una intervención que junto a la desconfianza ha generado un alza de precios de la cesta de la compra y combustibles que está empobreciendo sobre todo a las clases más humildes, poniendo en marcha el proceso de implantación del sistema y culpando al capitalismo de estas desgracias que serán resueltas con la nueva Constitución.

El suspiro limeño es un maravilloso postre de la cocina peruana, seguramente una de las tres mejores del mundo. El éxito de la cocina peruana no es un fenómeno planificado desde el estado, elaborado por funcionarios o con fondos públicos. Ha sido precisamente el modelo de éxito peruano de los últimos años el que ha hecho posible el milagro de esta explosión gastronómica que ha tenido eco en todo el mundo.

Ojalá que la pujante y maravillosa sociedad peruana y las instituciones preserven el modelo y el legado, le va en ello, no sólo su economía, sino su libertad, y que el suspiro limeño siga siendo un postre maravilloso y no un lamento por un tiempo que dejaron que se les fuera entre las manos engañados por quien prometió estabilidad y continuidad y se ha desvelado como un revolucionario con unos intereses que se me antojan muy lejos de los peruanos.

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