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Marcel Gascón Barberá

Tertsch en Miami

Más que a los cubanos, las imágenes de Tertsch en la capital del exilio cubano nos hablaban directamente a los europeos.

Más que a los cubanos, las imágenes de Tertsch en la capital del exilio cubano nos hablaban directamente a los europeos.
Hermann Tertsch. | LD

Miles de cubanos del exilio se manifestaron en ciudades de todo el mundo este lunes en apoyo a las protestas ciudadanas previstas en la Isla que la dictadura castrista ha logrado abortar. Una de las más multitudinarias se vivió en Miami. Entre los manifestantes había una delegación de Vox que dejó imágenes extremadamente elocuentes sobre la importancia que está tomando este partido en la escena y la conciencia internacional de ambos lados del Atlántico.

Cerca del mar Caribe, micrófono en mano y rodeado de banderas e inmigrantes de países hispanos, el eurodiputado Hermann Tertsch arengó a los allí concentrados con un alegato por la libertad de Cuba dirigido a los que más fácil tienen hacer algo para que llegue la democracia a la Isla:

"Hay que acabar con ese apoyo ya", remachó Tertsch, que junto a los demás diputados de Vox en el Parlamento Europeo están haciendo más que nadie para sacar a los europeos de un letargo que demasiadas veces se ha convertido en complicidad activa. Tertsch anunció en la marcha que la delegación de su partido intentaría volar con Rosa María Payá a La Habana para unirse a los manifestantes y "denunciar a Borrell y a los demás cómplices de la dictadura".

Como era previsible, el plan no llegó a concretarse al denegar la dictadura el permiso de aterrizaje a la avioneta de Vox. Pero el mensaje estaba lanzado y tenía una fuerza inmensa. Por ser en la gran capital del exilio, Miami, pero también por venir de Hermann Tertsch e incluir esa promesa de acción que sólo pudo frustrar el puñado de gerifaltes comunistas cuya voluntad es ley en la Isla.

Como corresponsal de la agencia EFE y El País, Tertsch asistió en los años 80 a la agonía y derrumbe de los satélites de la URSS que hundieron en la miseria, material pero también espiritual, a los países del centro y el este del Viejo Continente durante casi medio siglo. La presencia del hoy eurodiputado en las inmediaciones del último gran muro que queda en pie en Occidente es motivo de esperanza sobre la cercanía de un desenlace a la húngara, a la polaca o a la rumana que devuelva la dignidad al pueblo cubano.

Pero, más que a los cubanos o a quienes, como ellos, sufren en sus carnes la lacra del socialismo en Hispanoamérica, las imágenes de Tertsch en Miami nos hablaban directamente a los europeos.

Treinta años después de que viera caer uno a uno a todos los regímenes comunistas que oprimían a media Europa, el eurodiputado Tertsch nos decía con su participación directa en los esfuerzos para que Cuba deje de ser una plantación esclavista administrada por el castrismo que la Historia no se ha acabado y que la UE puede ser algo más que un contable paternalista y una agencia de colocación de políticos socialdemócratas cansados.

Gracias a Tertsch y a los demás eurodiputados de Vox, las instituciones europeas hacen por fin algo útil, noble y emocionante con respecto a Cuba y nos enseñan que hay futuro, que hay esperanza también para nuestros países e instituciones. Porque somos mucho más que beneficiarios de fondos con los que una élite de mediocres sin alma se entretiene jugando a la ingeniería social.

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