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Pablo Planas

¿Para qué sirve Alberto Garzón?

Hay una corriente de opinión muy extendida que considera que el ministro de Consumo es un inútil integral al frente de un ministerio aún más inútil.

Hay una corriente de opinión muy extendida que considera que el ministro de Consumo es un inútil integral al frente de un ministerio aún más inútil.
Alberto Garzón. | Cordon Press

Hay una corriente de opinión muy extendida que considera que el ministro de Consumo, Alberto Garzón, es un inútil integral al frente de un ministerio aún más inútil creado para dar gusto a Podemos, cuyo concurso es imprescindible para que Pedro Sánchez sea el inquilino de la Moncloa. El caso es que Garzón no es precisamente un estajanovista, aunque le guste retratarse con sudaderas de la extinta República Democrática de Alemania, un régimen criminal. Ya solo por ese posado, del que está muy orgulloso, no debería ser ministro en un país verdaderamente democrático. En la Alemania reunificada, por ejemplo, le tendrían por un tonto de campeonato y desde luego no le votarían ni los nostálgicos del comunismo, si es que hubo alguno.

Que Garzón no es un estajanovista se nota en su agenda, más vacía que la del exministro Castells. Nuestro titular de Consumo también es coordinador federal de Izquierda Unida y en calidad de tal profirió una de las mayores patadas a la gramática que se recuerdan en un político. Sucedió el 21 de febrero del año pasado, cuando en un discurso telemático en contra del encarcelamiento del rapero Pablo Hásel dijo: "Pensemos que estas leyes que ya hemos proponido (sic) cambiar varias veces en el Congreso de los Diputados...". En la misma intervención también adujo que algo se estaba poniendo "de manifestación" en vez de "de manifiesto". Y dijo tales cosas adornándose con un fondo de estantería repleta de libros, recreándose en la suerte de señorín leído y cultivado.

A Garzón pertenecen grandes sentencias como aquella sobre las apuestas deportivas en lo más crudo de la pandemia: "Percibimos en los datos que, al no haber competiciones deportivas, las apuestas vinculadas a este tipo de eventos se han reducido de manera extraordinaria". En frases así se nota que el tipo es un intelectual tremebundo. Sin embargo, no todas las declaraciones del ministro son inocuas. En la industria del turismo todavía se recuerda cuando Garzón dijo que se trataba de un "sector estacional, precario y de bajo valor añadido".

Después vino la bronca a los españoles por comer, supuestamente, mucha carne. A tal efecto publicó un vídeo en el que decía: "¿Qué pensaríais si os dijera que el consumo excesivo de carne perjudica nuestra salud individual y también la del planeta?". "Estoy preocupado –añadía–. Sin planeta no tenemos vida, no tenemos salarios y no tenemos economía. Y nos lo estamos cargando. En una de las partes en la que nos lo estamos cargando tenemos incidencia directa. Podemos cambiar nuestra dieta y mejorar el estado del planeta". La noticia es que, como el texto estaba preparado y no lo había escrito él, pues carecía de los ataques al idioma que perpetra cuando improvisa. En aquella ocasión, Pedro Sánchez salió al paso de su ministro para decir que no hay nada mejor que un chuletón al punto. Ja, ja.

Más tarde vino la huelga de juguetes, una de las maniobras de distracción más sugestivas del Gobierno. En plena escalada del recibo de la energía eléctrica, el ministerio del ínclito personaje se sacó de la chistera una campaña de movilización de los juguetes contra el sexismo, auténtica tomadura de pelo con la que Garzón expresó a los ciudadanos su más profundo desprecio. Así que lo último sobre la carne, decirle a un periódico inglés que la carne que exporta España es de mala calidad y de animales maltratados, entra dentro de la lógica de las actuaciones de este renacentista de meter la pata y de actuar contra los intereses de los españoles.

Entonces ¿para qué sirve Garzón?, se preguntarán no algunos sino muchos. Pues Garzón es la prueba viviente de que cualquiera puede ser ministro, como Irene Montero, Ione Belarra, Yolanda Díaz, Teresa Ribera o Reyes Maroto.

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