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Agapito Maestre

¡Entreguémonos a Putin!

Nos piden que renunciemos a nuestro ser: la libertad y la igualdad de todos los hombres ante la ley.

Nos piden que renunciemos a nuestro ser: la libertad y la igualdad de todos los hombres ante la ley.
Xi Jinping y Vladimir Putin. | EFE

Nos piden que renunciemos a nuestro ser: la libertad y la igualdad de todos los hombres ante la ley. Esa es exactamente la principal conclusión de los biempensantes, o sea de los estultos, que escriben de política internacional. Gracias a la crisis de Kazajistán, hemos podido percibir con claridad la barbarie que anida detrás de una inexistente política democrática contra la dictadura rusa. Una opinión domina sobre el resto. Ya es casi un tópico, a saber, las democracias occidentales tienen que rendirse al régimen autocrático de Putin para que nos defienda del peligro amarillo. He ahí la receta de la derechona más inmoral y torpe de Europa para que salvemos el pellejo. La izquierdona no sólo le compró hace tiempo este guisote, sino que lo recicla, o sea, vuelve a hervirlo para quitarle las durezas y espinas más dañinas. Produce vergüenza ajena ese tipo de razonamiento, pero es menester repetirlo para saber todo el cinismo y maldad que lleva adentro.

Sí, Occidente tiene que entregarse a Putin para que nos defienda de China. Ésta es la terrible conclusión que proponen para que nos deje en paz el régimen de Putin. Esta humillante fórmula, expresión última de la cobarde política practicada por la UE con el régimen autocrático de Rusia, coincide con la principal habilidad que se le atribuye al dictador Putin: el cultivo perfecto de la mentalidad esclavista del pueblo ruso desde los orígenes de este bendito país hasta hoy. Hagámonos, dicen los esclavistas de la UE, esclavos del jefe de los esclavos eslavos para sobrevivir. Para vivir arrastrados sin espina dorsal. Se nos está pidiendo, ni más ni menos, que renunciemos a la defensa y extensión de nuestros principios más sagrados, especialmente la libertad y la igualdad de todos los hombres antes la ley. Terrible.

Pero este pragmatismo grosero es, aparte de inmoral y antidemocrático, ineficaz, torpe e inviable, porque olvida lo fundamental: la Rusia de Putin es, hoy por hoy, absolutamente dependiente de China. Estos dos países no son aliados ni rivales. Son ya un eje mundial. Conforman un bloque poderoso. Millones de chinos viven en las regiones rusas fronterizas con China. En 2014 Rusia y China firmaron un tratado que prevé el suministro continuo de gas natural ruso en grandes cantidades a China por un periodo de 30 años; el contrato tiene un valor de 400.000 millones de dólares. Tienen proyectos conjuntos de creación de una estación lunar, construcción de ciento de centrales nucleares, etcétera, etcétera. Putin y Xi Jinping tienen reuniones personales cada dos meses y, además, aprovechan todas las reuniones de carácter internacional donde coinciden para reunirse a puerta cerrada… Nadie se engañe, por favor, ni confunda a otros citando el poderío del ejército de Rusia; las convergencias en las áreas política, económica y social entre Rusia y China son casi absolutas. Son claves las dependencias rusas de China.

Y, sin embargo, aquí, en España, todavía hay quienes imploran ayuda a Putin para que nos salve de Xi Jinping.

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