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Cristina Losada

Putin y la predicción fallida

En momentos así hay que mirar hacia quien ha demostrado que tiene buena información. Y fiarse.

En momentos así hay que mirar hacia quien ha demostrado que tiene buena información. Y fiarse.
El autócrata ruso Vladímir Putin. | EFE

Hace unas semanas, cuando Putin mantenía concentradas tropas en la frontera oriental de Ucrania, muchos analistas dijeron que no entraría. Puesto en la balanza el coste-beneficio de una invasión en toda regla, el resultado fue que era improbable. Lo predecible era entonces que consolidara las zonas que ya tenía bajo cierto control a través de sus separatistas y que optara por la guerra híbrida. Una guerra convencional, se decía, es demasiado costosa. Lo previsible es que se incline por una mezcla de medios convencionales y no convencionales, entre ellos los ya famosos ciberataques y las campañas de desinformación.

Nada de lo previsto por aquellos análisis, plenamente racionales, ha ocurrido. En cambio sucedió lo que anunciaban, día tras día, los Estados Unidos. Washington decía que Putin iba a ordenar la invasión de Ucrania de inmediato y aquello, por desconfianza o wishful thinking, sonaba a pura exageración. Ya estaban los americanos agigantando la amenaza. Innecesariamente. O interesadamente. Puede que algunos pensaran que estas advertencias eran un montaje como lo de las armas de destrucción masiva de Saddam. Pues no. Hay que reconocer que los Estados Unidos tenían razón. Porque tenían buena información.

No acertaron los pronósticos de que Putin se iba a quedar en el terreno, más seguro, por ambiguo, de la guerra híbrida. Lo que está haciendo en Ucrania es una guerra. Una guerra de agresión. Sin ambigüedad posible. Una guerra que aún puede adquirir tintes más sombríos. No hay que olvidar Alepo y Grozni. En esos dos lugares, la destrucción fue total. Y consiguió aplastar lo que pretendía. Cierto, Chechenia no era asunto nuestro. Siria prácticamente tampoco. Podíamos asistir de brazos cruzados. Con Ucrania es diferente. Ucrania está en Europa. Pero el modelo de guerra de Putin es el que aplicó en Grozni y en Alepo. ¿Se atreverá a hacerlo en Kiev?

Putin ha querido amenazar con el apocalipsis desde el mismo inicio de las hostilidades. Cuando se amenaza con desencadenar el armagedón, incluido el nuclear, el objetivo es el más obvio: atemorizar. Es el reino del terror. Putin está diciendo: "O me dais lo que reclamo cuanto antes o aún no habéis visto nada, porque lo que veréis será mucho peor". Pero estas amenazas revelan que tiene prisa. Que cada día que pasa sin conseguir dominar Ucrania sube el coste para él. También para los demás, ciertamente, y sobre todo para los ucranianos, pero hablamos del invasor.

El autócrata ruso ha querido mostrarse amenazador, impredecible y dispuesto a pulsar, incluso, el temible botón nuclear. Hasta le conviene que se le tome por loco. Alguien impredecible y desquiciado asusta mucho más: no se sabe qué puede hacer y se teme que sea capaz de cumplir sus peores amenazas. Son momentos de oscuridad. En momentos así hay que mirar hacia quien ha demostrado que tiene buena información. Y fiarse.

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