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Marcel Gascón Barberá

Moldavia: nostalgia soviética y esperanza europea

La guerra de conquista contra Ucrania ha provocado desasosiego en Moldavia, que teme ser objetivo de acciones de desestabilización por parte de Moscú.

La guerra de conquista contra Ucrania ha provocado desasosiego en Moldavia, que teme ser objetivo de acciones de desestabilización por parte de Moscú.
Día de la Victoria en Chisinau (¿próxima víctima de Putin?)

La oposición prorrusa de Moldavia desafió el lunes las leyes de la República durante una marcha masiva en Chisinau con motivo del Día de la Victoria, una conmemoración del triunfo de la URSS contra el nazismo transformada en reivindicación del imperialismo del Kremlin y de la guerra de Putin contra Ucrania.

Fronteriza con Ucrania, y con cerca de 2.000 soldados rusos acantonados permanentemente en el enclave rebelde de Transnistria, en territorio moldavo pero independiente de facto desde hace más de tres décadas, la exrepública soviética de Moldavia es reivindicada como parte del Imperio ruso por la propaganda del Kremlin.

La guerra de conquista contra Ucrania ha provocado desasosiego en Moldavia, que teme ser objetivo de acciones de desestabilización por parte de Moscú que busquen devolver el país a la esfera de influencia de Rusia.

Pese a que el Parlamento de Moldavia, de mayoría proeuropea, acaba de prohibir la cinta de color naranja y negro con la que se identifica desde hace casi dos décadas el irredentismo ruso, varios líderes políticos opositores lucieron el lunes este símbolo del putinismo en la solapa, sin que la Policía osara intervenir en el mar de manifestantes que ondeaban banderas de Moldavia y de la Unión Soviética. La marcha –en la que, según estimaciones de este corresponsal, participaron unas 15.000 personas– estuvo encabezada por el expresidente de Moldavia, y actual líder de facto de la oposición prorrusa, Igor Dodón, que desfiló luciendo una cinta a rayas negras y naranjas de San Jorge en la solapa, rodeado de veteranos soviéticos en uniforme.

Dodón había anunciado previamente que no respetaría la prohibición –que afecta también a otros símbolos prorrusos, como la Z que representa la invasión de Ucrania–, y venderá como una victoria contra el Gobierno prooccidental esta violación de las leyes de la República. "Es una forma de marcar el territorio", ha declarado a Libertad Digital el exdiplomático moldavo Iulian Fruntasu, que recuerda que el desfile tiene lugar cada año y ve en esta demostración de fuerza un recordatorio de la pervivencia del sentimiento filorruso en la sociedad moldava.

La manifestación, sin embargo, no debe verse como una muestra de entusiasmo popular ante la invasión rusa de Ucrania. Más que un acto de adhesión política, el 9 de Mayo es, para muchos moldavos, una especie de fiesta de la primavera en la que entregarse a la nostalgia de unos tiempos en los que eran más jóvenes. Un revival en el que emocionarse con Katyusha y rendir homenaje a sus padres y abuelos, aunque los activistas pro Kremlin lo utilicen para mostrarles que trabajan a sus jefes.

Está, además, el factor del descontento social. Tras su llegada al poder en 2021, el actual Gobierno proeuropeo se ha enfrentado a la pandemia del covid, a la explosión de precios de la energía y a la guerra de Putin contra uno de los vecinos y socios comerciales preferentes. La población ha sufrido los efectos y ésta, y no la lealtad a un cada vez más temido y desacreditado Putin, es la principal baza movilizadora de la oposición prorrusa.

Muchos moldavos temían que se produjeran incidentes con motivo de la celebración del Día de la Victoria, después de que las autoridades del enclave separatista proruso de Transnistria haya denunciado haber sufrido varios ataques con explosivos en su territorio, de los que han responsabilizado a Ucrania.

Todos los expertos contactados por Libertad Digital coinciden con las autoridades moldavas y ucranianas en atribuir estos ataques a fuerzas de la región separatista. Los responsables podrían buscar pretextos para elevar la tensión y amenazar con la apertura de un nuevo frente. Según algunos especialistas, Rusia y sus títeres en Transnistria buscan crear la impresión de que las tropas rusas del enclave podrían ser activadas para atacar a Ucrania desde el oeste, de modo que el ejército ucraniano se vea obligado a mantenerse en guardia en la zona y no pueda enviar más unidades a los frentes ya activos en el sur y en el este.

Sea como fuere, y pese al éxito de la manifestación prorrusa del lunes, la situación es menos negra de lo que aparenta para Moldavia, y algunos ven incluso esperanza en la nueva realidad que está propiciando la heroica resistencia ucraniana. Es el caso del analista político Igor Botan, que ve a Moldavia en una posición mucho mejor que cuando empezó la invasión rusa de Ucrania.

De haber invadido Ucrania con la facilidad prevista, Rusia no habría tenido problemas con hacerse con Odesa y extender sus territorios ocupados hasta la propia Transnistria. Aunque nadie cree que el Kremlin tenga interés (o necesidad) de intervenir militarmente en Moldavia, pocos tienen dudas de que sí forzaría la instalación de un Gobierno títere si llegara a las puertas de Moldavia. Los éxitos militares ucranianos, sin embargo, hacen de la caída de Odesa algo impensable en estos momentos, lo que supone una garantía para la seguridad de Moldavia.

"Mi miedo era que Europa, que está acostumbrada a la paz y la abundancia, no reaccionara y optara por mantener sus relaciones con Rusia", explica Botan, que celebra el apoyo europeo a Ucrania y el interés que está mostrando la UE por la región y por Moldavia.

Aprovechando el viento a favor de la ola de simpatía por Ucrania, Moldavia y Georgia se han sumado a Kiev en su solicitud de ser admitidas en la UE, lo que podría permitir a estos países saltarse varias etapas en un hipotético proceso de integración que de otra forma se anunciaba extremadamente largo y penoso.

Aunque el horizonte de la admisión sigue antojándose lejano, la asertividad de la presidenta de Moldavia, Maia Sandu, y del Gobierno, liderado por la también graduada en Harvard Natalia Gavrilita, ha redoblado los contactos y la cooperación de Chisinau con unas democracias occidentales más comprometidas que nunca con la viabilidad del país como sociedad abierta.

"Gracias a Ucrania se nos están abriendo puertas con las que no podíamos ni soñar", concluye sobre toda esta constelación dramática a la vez que positiva el analista Igor Botan.

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