
En Galicia, que es el único modelo de las llamadas nacionalidades históricas que Feijóo conoce, porque ha visto en primera persona lo que hay detrás del escaparate de cartón piedra, existe un test político que nunca falla. Si a cualquiera mayor de cincuenta años y que solo hable en español con los forasteros se le pregunta a qué partido votó la última vez, con toda probabilidad responderá que al PP. Por eso, porque aquí, en Galicia, no existe ningún desencuentro, sino todo lo contrario, entre el conservadurismo político más pragmático y el apego al canon cultural identitario, Feijóo tiende a suponer —muy erróneamente— que algo de eso mismo podría ocurrir en Cataluña. No los conoce.
Si yo fuera Feijóo y quisiera aprender algo de cómo es, por ejemplo, la burguesía catalana, me fijaría en el Conde de Godó, su anfitrión habitual en aquel lugar. Y es que al Conde lo adornan tres rasgos muy indicativos de la genuina naturaleza profunda de esa mítica clase social autóctona, ahora en claro proceso de extinción biológica. Para empezar, el Conde resulta que es catalán desde hace tantas docenas de generaciones que su origen inequívocamente local se pierde en eso que los cursis llaman la noche de los tiempos. Así, cuando el primer catalanista vio la luz, los Godó no sintieron necesario acreditar su catalanidad porque ya llevaban un montón de siglos tratando de ganar dinero e influencias en la plaza. El segundo rasgo singularísimo del Conde es que no solo se llama Javier en el Registro Civil, sino que única y exclusivamente responde por Javier ante terceros, jamás por Xavier o cualquier otro barbarismo impostado.
Una fidelidad a la pila bautismal que no se deja de agradecer en un lugar tan infestado de Jordis oriundos de Lugo y de Joseps alumbrados en Coria del Río. Y el tercero, aunque no necesariamente corolario del anterior, es que el señor Conde de Godó, catalán por los cuatro costados y notorio exponente público de la célebre burguesía de la demarcación, ni sabe hablar en catalán ni ha pronunciado dos frases seguidas en ese idioma tan entrañable a lo largo de toda su puñetera vida. Fíjese Feijóo en el Conde y descubrirá, quizá con asombro, que la burguesía, la de verdad, no tiene nada que ver con el catalanismo. Ni antes, ni ahora ni nunca.
