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EDITORIAL

La ley trans y sus inaceptables consecuencias

Un presidente con un mínimo de decencia no pondría en juego la vida de miles de niños y niñas a cambio de unas pocas noches más en la Moncloa.

La denominada "ley trans" aprobada por el Consejo de Ministros y en trámite parlamentario es un disparate de tal envergadura que ni siquiera el PSOE parece dispuesto a tragarse sin enmiendas. La corriente feminista mayoritaria en el socialismo clama que "ser mujer no es un sentimiento", mientras voces sensatas del partido sostienen, en voz baja, eso sí, que la "autodeterminación de género" a partir de los doce años tiene consecuencias irreversibles de una gravedad terminal.

Los países más "avanzados" en la materia, Reino Unido, Finlandia o Suecia, ya se están planteando pasos atrás ante la proliferación de denuncias de adultos traumatizados a los que se facilitó en la infancia o en la adolescencia el cambio de sexo sin que las familias y los entonces menores pudieran calibrar las consecuencias de semejante decisión.

Que la ley surgida del ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero es un desastre sin paliativos no tiene discusión posible. Las propias feministas se llevan las manos a la cabeza ante la posibilidad de que un varón sin más atributo femenino que su conveniencia pueda exigir y lograr que se le considere una mujer, lo que abre un abanico infinito de posibilidades a los abogados de violadores y maltratadores.

Todo el aparataje legal en defensa de los derechos de las mujeres queda reducido a cenizas ante los delirantes postulados de la ley trans. Se trata de una norma que reduce a cenizas la legalidad vigente en materia de igualdad entre hombres y mujeres, que tritura los derechos del género femenino, que destruye los más elementales derechos de la infancia y los adolescentes y que vulnera los principios de la moral, de la ética, del derecho, de la sexualidad y de la psiquiatría.

De ahí que ni en el PSOE, al menos en una parte, estén dispuestos a pasar por alto sin mostrar sus reparos a la última barbaridad legislativa surgida de las entrañas del ministerio de Igualdad de los podemitas, que es en sí una catástrofe sin precedentes. La titular de la cartera, Irene Montero, sostiene que no va a dar su brazo a torcer, a pesar de señales como la dilación parlamentaria de una ley que se tramita por el procedimiento de urgencia.

Ocurre que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha ofrecido a Unidas Podemos patente de corso y barra libre para perpetrar desatinos como el de la referida ley trans. Con tal de mantenerse en el poder es capaz de cualquier cosa, como acreditan sus pactos con los proetarras y los golpistas catalanes. Tal vez no esperaba una reacción contraria a los desmanes podemitas en su propio partido, acostumbrado como está a las adhesiones inquebrantables. Pero lo que se dirime es muy grave, puede destrozar las vidas de miles de infantes y adolescentes. Un presidente con un mínimo de decencia no pondría en juego la vida de miles de niños y niñas a cambio de unas pocas noches más en la Moncloa. Las consecuencias de la ley trans son inaceptables. Deberían serlo incluso para alguien como él.

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