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Emilio Campmany

Sánchez, Truss y el Partido Tory

El problema de los presupuestos británicos no era tanto que bajaran los impuestos como que los bajaban a la vez que incrementaban el gasto.

El problema de los presupuestos británicos no era tanto que bajaran los impuestos como que los bajaban a la vez que incrementaban el gasto.
Liz Truss | EFE

Cuando Liz Truss tuvo que dar media vuelta en su propósito de bajar los impuestos a los británicos, Pedro Sánchez bajó exultante a la arena a denunciar lo equivocado que es en estas circunstancias recortar la factura fiscal como propone Alberto Núñez Feijóo y hace Isabel Díaz Ayuso. Le dijo al nuevo presidente del PP que aprendiera en cabeza ajena y viera lo que le había pasado a su correligionaria. Feijóo no dijo ni pío. Y sin embargo podría haberle contestado que quien se cargó la rebaja no fue el electorado reclamando más cargas a los ricos, sino los mercados por ser unos presupuestos populistas, que incrementaban el gasto de forma exorbitante para atender a las imposibles promesas hechas durante la campaña y ganarse el voto de la militancia conservadora. Y, para hacerlo todavía más imposibles de lo que ya eran, Truss añadió la medida de las rebajas fiscales por hacer las cosas como se supone que las hacen los conservadores. Así que, el problema de los presupuestos británicos no era tanto que bajaran los impuestos como que los bajaban a la vez que incrementaban el gasto.

Lo que estaba mal pues era el conjunto de los presupuestos, no una concreta medida de ellos. De forma que, puestos a que alguien ponga sus barbas a remojar a la vista de como se las cortan a Truss, el que debería hacerlo es Sánchez y no Feijóo, que en el poco tiempo que llevan sus presupuestos danzando en la prensa han recibido más varapalos que los británicos. Y si los mercados no han reaccionado en España del modo en que lo hicieron en las islas es porque los de Sánchez todavía tienen que pasar un trámite parlamentario donde con seguridad serán reformados, porque estamos en la Unión Europea y se cuenta con que no nos dejarán hacer demasiados disparates, porque carecemos de moneda propia que pueda despeñarse como hizo la libra esterlina y porque la falta de seriedad y ecuanimidad de Sánchez es ya sobradamente conocida y los mercados la tienen descontada. De Truss en cambio se esperaba que superara el populismo de Boris Johnson con medidas serias y no con más populismo.

El partido conservador tiene que pagar el terrible error que fue el Brexit. En primer lugar, por la cesión de soberanía que supone el protocolo de Irlanda del Norte, que establece una frontera entre esta región del Reino Unido y el resto del país para no tener que volver a poner la que la separaba de Éire. La ausencia de frontera entre las dos Irlandas fue un aspecto importante de los acuerdos de Viernes Santo que acabaron con el terrorismo del IRA y nadie se atreve a ponerla de nuevo por miedo a que vuelvan los atentados. Pero también por la ausencia de efectos beneficiosos a consecuencia de la desregulación, por la escasez de suministros a una isla incapaz de producir todo lo que necesita y por las oportunidades que ha perdido el sistema financiero tras la salida de la Unión Europea. No sabemos si bastarán la cabeza de Johnson y Truss para abonar la deuda o tendrá el partido entero que perder unas elecciones para expiar su culpa

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