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Cristina Losada

"Blas Otero" no escribió en 1984

No está mal del todo el intento de parecer cultos, aunque sería mejor que realmente lo fueran.

No está mal del todo el intento de parecer cultos, aunque sería mejor que realmente lo fueran.
Pedro Sánchez y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en La Moncloa, este lunes. | EFE

Se le oyó decir a Feijóo el otro día que Orwell había dejado claro cómo era un régimen totalitario en el libro que había escrito "allá por el año 84". Hablaba el líder del PP de la posverdad y habló como si estuviera familiarizado con el imposible volumen: por aquel año, Orwell lamentablemente no estaba en el mundo de los vivos y su novela 1984, la última de sus obras completadas en vida, había salido en 1949. La chanza y la burla fueron apoteósicas en el hemisferio de la izquierda, más aún porque el error permitía colgarle a Feijóo el sambenito de cateto, etiqueta que forma parte de una estratagema inteligentísima de los spin doctors del Partido. No se atreverían a hacer nada parecido con un catalán, pero a un gallego le endilgan la rusticidad de forma casi espontánea y sin reparo alguno.

El jolgorio no iba a durar mucho, porque Sánchez enseguida estuvo a la altura en el mismo ejercicio, que es citar a un literato para quedar bien y quedar rematadamente mal por errar en la cita. El presidente sacó a "Blas Otero" —así lo pronunció— para atribuirle una famosa y conocida frase, según dijo, cuando se trata de un verso. Pero un verso que no es del poeta de izquierdas, sino de Gil de Biedma. De todo lo cual se pudo colegir que Sánchez no conocía ni a uno ni a otro y que a Blas de Otero no le ha leído en su vida. Un caso parecido al de Feijóo con Orwell, pero peor, porque el poeta vasco ha sido una referencia en la izquierda y Orwell no es un autor que haya interesado demasiado a la derecha.

No es la primera vez ni será la última que un político deja al descubierto sus lagunas culturales para rechifla de cierto público, en especial el de tendencia contraria. Pero las lagunas se están agrandando porque ha dejado de regir el viejo criterio de que la gente que sobresalía en algo debía disponer de una cultura general sólida. Cuando estudiaban muy pocos, a un universitario, incluso a un bachiller, se le suponía cultura y seguramente la tenía. Hoy, con más universitarios que nunca, no es necesario ser culto. Hasta puede resultar contraproducente. El analfabetismo funcional es más seguro: no le diferencia a uno de la media.

Pese al declinar del viejo criterio, el barniz cultural conserva un resto de prestigio en la política, de ahí el gusto por insertar alguna cita o referencia cultas en un discurso. Y no está mal del todo el intento de parecer cultos, aunque sería mejor que realmente lo fueran. Pero fingirlo puede ayudar a mantener un prestigio que se encuentra en retirada. Claro que hay que fingir bien, y no es tan fácil. El analfabetismo funcional se ha infiltrado en todas partes. Entre los que se equivocan en la cita y los que la leen sin reconocer el error, el discurso político español empieza a parecerse a esas respuestas disparatadas que dan los pobres alumnos en los exámenes. Pronto se podrá hacer una antología.

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