
En la prensa internacional se subrayan los peligros que para la Unión Europea tiene que un partido heredero del fascismo gobierne Italia. Se pone igualmente el acento en las simpatías que Matteo Salvini y Silvio Berlusconi, aliados de la nueva primer ministro, sienten por Putin. La fe católica de Giorgia Meloni también se apunta como un inconveniente por sus ideas sobre el aborto y el matrimonio de personas del mismo sexo. Sin embargo, hay muchas ideas de la Meloni que esa misma prensa que se rasga las vestiduras oculta porque, siendo tanto o más peligrosas para Bruselas que las que le atribuyen, no pueden ser fácilmente desdeñadas.
Para empezar, la Meloni es tan atlantista como el que más. En realidad bastante más de lo que lo fue Mario Draghi, que al poco de la invasión pidió que se dejaran fuera de las sanciones los artículos de lujo para que la industria italiana del sector pudiera seguir vendiendo sus caros artículos a los oligarcas rusos. Y no sólo, también es mucho más atlantista que el Movimiento Cinco Estrellas, el partido de izquierda populista que fue el ganador de las elecciones anteriores y no ha obtenido un mal resultado en éstas.
En lo del aborto y el matrimonio homosexual, la Meloni se propone dejar las cosas como están, sin perjuicio de proteger a las familias y estimular la natalidad. Por ahí no van a poder atacarla. Donde quiere dar la batalla es en Europa, que lleva muchos años protegiendo los intereses de Alemania. Italia es el segundo país exportador de la UE, pero sus industrias han sufrido mucho con la incorporación de Italia al euro, exactamente lo contrario de lo que le ha ocurrido a Alemania. En España, donde la eficacia teutona tiene un prestigio tan inmerecido como el desprecio que se siente por la improvisación italiana, creemos que en Europa cada cual tiene lo que se merece, pero la verdad es que Alemania ha sido siempre la niña mimada de la Unión, que ha ido imponiendo en toda Europa las políticas que en cada caso exigía Berlín.
El sucio carbón, que al quemarlo derrite los polos, genera inundaciones y hace aumentar la temperatura media del planeta, puede arder a voluntad cuando lo necesita Alemania. El déficit, que tiene que estar siempre contenido, no hace falta frenarlo si le conviene a Alemania. Hay que pasar frío en invierno y calor en verano para ahorrar energía porque lo tiene que hacer Alemania. Han de abrirse las fronteras a los inmigrantes y refugiados porque Alemania necesita mano de obra barata. Y un larguísimo etcétera. Esto viene perjudicando a todos, a unos más que a otros, desde hace mucho tiempo, pero sobre todo a Italia. Los gobernantes de aquel país, por incompetencia, por europeísmo mal entendido, por complejo o por lo que sea no se han atrevido nunca a oponerse con seriedad. Es verdad que lo hizo Salvini, pero de una forma tan torpe que Bruselas se lo quitó de encima de un papirotazo acusándole de antidemócrata y euroescéptico. La Meloni es otra cosa. Es más fina y, sobre todo, mucho más inteligente. En Bruselas y en Berlín ya pueden atarse los machos que no será una enemiga fácil.
