Menú
Daniel R. Rodero

Los trajes de su Sanchidad

De ti se cuenta que eres un ambicioso en busca de causa, aunque yo creo que causa te ha sobrado desde siempre: tú mismo y nadie más que tú.

De ti se cuenta que eres un ambicioso en busca de causa, aunque yo creo que causa te ha sobrado desde siempre: tú mismo y nadie más que tú.
Pedro Sánchez | Cordon Press

Pedro, amor, el hábito no hace al monje, pero ayuda a reconocerlo. Hay estampas que son toda una declaración de intenciones, un estilo político, una manera de estar en la vida y de plantarle cara al mundo, como el pericón de la tonadillera o las uñas de gavilán de los antiguos guitarristas flamencos (la púa era para las gentes del rock). Tu estampa, Pedro, me hace desconfiar. Si tuviera la mala leche que a veces quiero tener, te diría que es para huir despavorido. Ese porte, esa actitud de chulángano de discoteca, ese cuerpo tuyo de atleta tardoadolescente… y qué mal te sientan los trajes, coño. Qué manera de desaprovechar tu uno noventa de estatura. Tienes que hacerlo adrede; si no, es imposible.

Buffon sentenció que el estilo es el hombre. Javier Pérez Royo, jurista ecuánime y templado (nótese la ironía), al que he leído que quieres proponer como magistrado para el Constitucional, escribió en 1998 una columna en El País donde, entre otras cosas, sentaba que "el estilo es lo que nos hace ser lo que somos, es la expresión de nuestra individualidad en cuanto seres sociales. Es el resultado del ejercicio reiterado de la libertad personal ante las innumerables circunstancias independientes de nuestra voluntad en las que hemos tenido que ir definiendo lo que queremos ser".

De ti se cuenta que eres un ambicioso en busca de causa, aunque yo creo que causa te sobra, que te ha sobrado desde siempre: tú mismo y nadie más que tú. Lo que has conseguido en la vida, lo has conseguido trampeando, al filo siempre de la ética, a veces por el límite de dentro y a veces… por el otro. Ni eres intelectualmente brillante, ni inspiras bondad. Si pudieras, reubicarías el palacio de La Moncloa en el centro mismo de tu ombligo. Hasta has producido una serie sobre ti (tú mismo sobre ti mismo, tú-te-ti-contigo) que no parece interesarle a ningún distribuidor.

Lo asombroso, cari, no es que una persona como tú llegue a presidente del Gobierno; lo asombroso es que llegue disfrazada de graduación de bachillerato. Algunas compañeras mías de la universidad decían que estabas muy bueno y lamentaban que los compañeros no estuviésemos tan cañones como vuecencia. "¡Menos mal!", pensaba yo para mis adentros, porque esas mismas chicas exaltaban el rollazo de quienes visten traje con deportivas. Según ellas, les da un toque diferente, vamos, como la verruga pilosa en la nariz de la bruja o la cara de ogro del ogro de los cuentos.

Joder, Pedro, es que los trajes te quedan muy mal. No te caen bien en la espalda, y las camisas que llevas son terribles, con unos cuellos arrugados y raquíticos que no soportan ese nudo americano tan ampuloso que haces en la corbata. Porque esa es otra, tron, tus corbatas. No tienes una bonita. Ya digo que pareces un adolescente vestido para la graduación de bachillerato, que viene a ser un poco la edad de la chulería, del golferío y del compromiso débil (es decir, la edad de tu estilo político y probablemente vital; al menos, eso trasluces).

A propósito de Napoleón III, Marx escribió que la historia se repite: primero como tragedia y luego como farsa. La tragedia, Pedro, de la que eres secuela se llamó Kennedy, con quien tanto gustan de compararte tus turiferarios a sueldo. Pero aquel bluf, responsable junto con McNamara de la sangría-Vietnam, vestía elegante y su doctorado era de oro macizo. Y lo tuyo, Pedro, es una versión como de toreo cómico. Un amigo mío, que entre otras virtudes tiene la de ser un sabio, está convencido de que tus propios asesores te exigen que vistas así, porque el electorado prefiere la chapuza estudiada a la excelencia. Yo creo que tiene razón y que, por desgracia, no sólo lo prefiere en cuestión de trajes. El estilo es el hombre… decíamos.

Temas

En España

    0
    comentarios