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Pedro Sánchez quiere reinventar el NO-DO

No hay ninguna alerta totalitaria en esas cabezas, nada que les advierta que están cruzando un límite que sería intolerable en cualquier democracia.

Si no fuese tan importante lo que hay en juego, si el riesgo para la libertad no resultase tan serio y evidente, los delirios totalitarios de este Gobierno serían tan divertidos que Netflix podría montar uno de sus especiales de comedia que, eso sí, necesitaría de muchos capítulos para tanto contenido de este tipo como Sánchez y los suyos acumulan.

Sin embargo, la triste realidad es que la cosa no tiene nada de humorística, más bien al contrario: día tras día, actuación tras actuación, ley tras ley y declaración tras declaración este Gobierno y todos los partidos que lo forman ofrecen muestras claras de su ansia infinita de poder y de su falta total de respeto por la democracia, tanto en las formas como en el fondo.

El último de estos episodios, al menos hasta el momento en el que escribimos estas líneas, ha sido la extemporánea salida de la ministra portavoz este jueves, que ha pedido que los medios de comunicación tengan un espacio reservado para las medidas del Gobierno, tal y como tienen uno dedicado "al tiempo". Desde luego, es cierto que este Ejecutivo nos ha caído encima como una inclemencia meteorológica de las peores, en ese sentido sí se puede hacer un paralelismo.

Pero el parecido más real de lo que el Gobierno está pidiendo por boca de Isabel Rodríguez, la auténtica referencia que podríamos manejar no es con los espacios que hablan de borrascas e isobaras, no, lo que Pedro Sánchez y los suyos quieren es reinventar el NO-DO, el viejo noticiario franquista –aclaramos para los más jóvenes– que era obligatorio proyectar en los cines antes de todas las películas.

Cualquiera diría que el odio antifranquista del que tanto alardea este Gobierno –casi 50 años después de la muerte del dictador, eso sí– no es sino envidia, que el rencor que destilan es porque anhelan el poder de Franco más allá de la voluntad popular, de su cargo de jefe de Estado que tanto parece ansiar Pedro Sánchez cuando coincide con Su Majestad el Rey, de la censura y, como vemos ahora, de la capacidad que tenía el régimen de imponer a todos su propaganda.

Isabel Rodríguez, que cada día que pasa nos da una idea más ajustada de su verdadera capacidad política y de la profundidad de su pensamiento, ha pedido que se reinvente el NO-DO y probablemente ni se ha dado cuenta de lo que decía, pero eso no es excusa: el disparate es de tal magnitud que sólo el hecho de mencionarlo es realmente grave y, sobre todo, que esas frases dichas como si fuese lo más normal del mundo revelan que no hay ninguna alerta totalitaria en esas cabezas, nada que les advierta que están cruzando un límite que sería intolerable en cualquier democracia avanzada, ninguna señal que salte cuando se acercan a esas figuras totalitarias que, en teoría, ya vemos que no necesariamente en la práctica, les generan un rechazo tan grande.

Al final resulta que al Gobierno que más presume de antifranquista le gusta casi todo lo que eran rasgos distintivos del franquismo. Y lo más triste de todo es, probablemente, que no estamos nada sorprendidos.

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