
Yo, señores, habito el paraíso de los misántropos: la costa agreste y rural de Galicia, a tiro de piedra de la raya de Portugal. Un lugar gozosamente vacío de ruidosos seres humanos que ha logrado salvar su belleza virgen a resguardo del turismo, esa plaga bíblica, gracias al don de la lluvia. Pues ocurre que en Galicia es costumbre antigua que llueva. Y con rabia, además. Ahora mismo, mientras escribo esto, diluvia literalmente. Bien, pues poco antes de emigrar a la Meseta, el anterior presidente de la Xunta firmó el decreto merced al cual la compra de bicicletas eléctricas, un juguete caro y muy de moda entre las almas ecologistas en pena de las grandes metrópolis del Occidente rico y urbano, se subvenciona aquí con 500 euros, que no es moco de pavo.
Que en un lugar como este, donde llueve y hace frío todos los días, los gobernantes se dediquen a subvencionar vehículos descapotables y descapotados demuestra que ellos en realidad no viven donde el resto, sino en la Luna. Y con los coches les ocurre otro tanto de lo mismo. La dulce María Antonieta no era consciente de que estaba sellando el destino de su hermoso y delicado cuello cuando aconsejó a los chalecos amarillos del siglo XVIII que comieran croissants si no tenían pan. Y el presidenciable Feijóo tampoco parece entender que la gente gasta coches viejos y contaminantes no por vicio ni porque siga la moda vintage, sino porque el salario estadísticamente más frecuente en España no pasa de 18.480 euros brutos al año.
Y el segundo más común no llega ni a los 14.000 (13.974 euros, según datos actualizados a 2021 del INE). Quizá Feijóo no lo sepa, pero el precio medio de un piso dentro de la M-30 de Madrid alcanza ya 474.988 euros. Y eso significa que la gente va a tener que vivir cada vez más lejos de las grandes capitales, pero que tendrá que seguir acudiendo a ellas para trabajar. Ante ese imperativo, Sánchez les ordena que compren croissant eléctricos. Y Feijóo barrunta, por su parte, que mejor híbridos. Ninguno de los dos piensa en lo cerca que pueden tener la guillotina.
