
Qatar 2022 es finalmente una realidad que estamos a punto de padecer todos los aficionados y profesionales que vivimos el día a día de este deporte, antes llamado fútbol y ahora denominado el negocio del fútbol. Ya no hay marcha atrás. Se ha roto el calendario y el domingo empezará un torneo liderado y organizado por un país que está muy lejos de respetar algo tan fundamental como los derechos humanos. Además, se jugará en estadios construidos sobre cadáveres. El dinero, como siempre, por encima de los valores. Por encima de los muertos, mejor dicho. Hasta aquí no hay ninguna novedad, pero sí deberíamos intentar, sobre todo los medios de comunicación y los hinchas que viajen a Qatar, no disfrazar la realidad en ningún momento, algo que por ejemplo se hizo y mucho en la Supercopa de Rubiales que se juega en Arabia Saudí.
Aún recuerdo hechos lamentables durante esa Supercopa, sobre todo en su primera edición, donde se defendió, desde muchos frentes, que esos días en Arabia Saudí estaban siendo maravillosos, inclusivos y que ninguna mujer periodista había sido maltratada durante ese pequeño espacio de tiempo. Se destacaba como algo normal que no se atacara a las mujeres que venían de España para trabajar allí. Solo faltó que alguna de ellas subiese un foto patrocinada por un refresco a Instagram sonriendo bajo el hashtag #nomehanapedreadoestoesgenial. El postureo fue tal que las redes sociales ardieron porque no tenía ningún sentido vender una realidad alterada. Aún así, ese ridículo existió.
Esos días además se vendió que en el estadio entraban tanto hombres como mujeres y se ofrecía esa versión al lector, oyente o televidente como si eso fuese un éxito. El resto del año, la vida de muchas personas seguirá siendo un infierno porque no se respetan sus derechos humanos, pero cuando se juega la Supercopa, pueden ir al estadio. ¡Nobel de la paz! ¡Menudo éxito! En Qatar, por favor, el objetivo debe ser no repetir ese ridículo. No endulzar lo que allí se vive y se respira día a día. Se puede ser profesional y punto, que no es tan complicado. Vas, trabajas allí y cuando te toque volver, maleta al frente y a casa. No es necesario nada más. Hay que cubrir el Mundial y punto, sin artificios. Porque lo exitoso no debería ser que alguien, de la condición sexual que sea, pueda ir con normalidad por la calle o disfrutar del fútbol dentro del estadio. Eso no es un éxito. Lo exitoso debería ser que eso no fuese noticia, porque es lo normal. Y me temo que se van a cometer muchos errores alrededor de este tema y fundamentados principalmente en postureos de redes sociales para sacar más likes.
No debería haber hueco para el ‘postureo’ en este Mundial. Ese ridículo ya lo están haciendo desde la propia organización del Mundial con actores y ciudadanos qataríes que se hacen pasar por hinchas españoles, alemanes e ingleses negando además que eso sea un montaje. Es evidente que esas personas no son de Mánchester, Madrid o Múnich, pero tienen tanto morro en esa organización, manipulan tanto la realidad y están tan acostumbrados a que les compren sus mentiras, que insisten en que esas personas son devotos de las selecciones en cuestión. Ahí se ha llevado el Mundial, señoras y señores. A ese tipo de país. Por eso es, sin lugar a dudas, el Mundial de la vergüenza.
El problema de todo esto es que mi petición es seguramente un brindis al sol. Estoy lanzando un mensaje al limbo. Claro que habrá postureo en Qatar 2022. Y proclamas demagógicas. Porque la mejor manera de protestar ante este Mundial sería no ir a Qatar. A día de hoy en pleno año 2022, se puede cubrir un torneo a miles de kilómetros de distancia, sin embargo, los habrá que se llenen la boca de denuncias y proclamas políticas estando allí. El mejor ejemplo lo tenemos en la selección de Dinamarca. ¿Cuántas vidas se van a salvar porque sus equipaciones tengan el escudo y el patrocinio casi invisible para protestar contra este Mundial? Ninguna. No vayas. Federación danesa, si os parece un Mundial horrible, no vayáis. Más ejemplos. ¿Va a desaparecer el problema de la homofobia en Qatar porque el capitán de Inglaterra luzca el brazalete arcoíris? No. Ojo, tampoco se va a solucionar en la propia Inglaterra, donde, casualidades de la vida, los jugadores gays no salen a la luz pública por miedo. Y ellos al menos protestan de alguna forma, aunque sea postureo, porque a Luis Enrique le preguntaron el otro día por el hecho de jugar en un país como Qatar y dijo que no tenía ningún problema. Media vuelta y olé.
En fin... intentemos no hacer el ridículo Mundial, por favor. Disfrutemos del fútbol, dentro de lo que cabe, y dejemos los mensajes demagógicos de lado. La realidad es que Qatar respetará algo más los derechos humanos durante un mes para después seguir convirtiendo la vida de mucha gente en un infierno. Si vamos a estar en estadios construidos sobre muertos, al menos no los pisemos con propaganda barata.
