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Carmelo Jordá

Pedrito Piscinas

La chulería cutre es lo único que te queda cuando se ha agotado el argumentario cutre.

La chulería cutre es lo único que te queda cuando se ha agotado el argumentario cutre.
Pedro Sánchez y Nadia Calviño en el pleno del Senado en Madrid este martes. | EFE

Quién nos iba a decir que el Gobierno más progresista, feminista, moderno, inclusivo, solidario, sostenible, resiliente y, en definitiva, moderno y guay, iba a tener como referencia cultural y estética al cine español de los setenta, ese de suecas playeras y millonarias piscineras en el que Fernando Esteso o el gran Alfredo Landa eran el ejemplo de un macho hispánico triunfante a pesar de sus limitaciones.

Y es que viendo al presidente del Gobierno compareciendo este martes en el Senado uno no podía dejar de acordarse de Alfredo Landa en la playa causando furor entre las turistas en el descacharrante inicio de Manolo La Nuit; o de Fernando Esteso, luciendo palmito –o lo que luciese el pobre– en Pepito Piscinas.

Les parecerá que no tiene nada que ver y, así, a primera vista, estoy de acuerdo en que las evidentes diferencias físicas entre Sánchez, Landa y Esteso pueden llevar a no darse cuenta de la relación, pero si se fijan un poco más de cerca en la gestualidad, la chulería, la prepotencia y la soberbia con la que el presidente hace como que escucha, ríe, gesticula y responde a Núñez Feijóo creo que estarán ustedes de acuerdo: Pedro Sánchez se fue y estamos ante Pedrito Piscinas.

Podríamos zanjar el asunto certificando que el líder del PSOE es un maleducado que desconoce y rechaza cualquier cortesía parlamentaria, pero yo creo que la cosa va un poco más allá: cada semana que lo vemos en el Congreso –y sobre todo en el Senado, cuando se enfrenta a Feijóo– Sánchez es más macarra, va más sobrado y destila un estilo más chulesco, así que es evidente que hay en esto un cierto significado político: lo que transpira el presidente es desesperación.

Porque todo ese pequeño y denigrante espectáculo con el que Pedro Sánchez nos obsequia desde los hemiciclos es sólo un intento vano de zafarse de sí mismo. En su vanidad, pero al mismo tiempo desde su miedo, el presidente cree que ese mal teatro le puede librar de contestar a preguntas que ya no tienen una respuesta digerible; como el matón de barrio, como el chulo de playa que con tanta gracia interpretaba Landa, como el macarrilla de piscina al que daba cuerpo un genial Esteso, el líder del PSOE piensa que la exhibición física puede evitarle un enfrentamiento real en el que, obviamente, ni él ni nadie podría defender decisiones como adaptar el código penal a los deseos de los delincuentes, ya sean golpistas ya violadores.

La chulería cutre es lo único que te queda cuando se ha agotado el argumentario cutre. Ya hasta Iván Redondo lo dice: este Gobierno huele a cadáver y lo que queda va a ser una agonía hasta "un final trágico". Amén.

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