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EDITORIAL

Lo que de verdad importa

Ahora no es que no se defienda la unidad nacional, es que el propio presidente del Gobierno y su partido se han pasado al golpismo.

Frente a los espectáculos parlamentarios de dudosa oportunidad aprovechados con escandalosa hipocresía, este jueves el Congreso de los Diputados nos ha devuelto a la cruda realidad de lo que de verdad importa, lo que de verdad debería ocupar espacio en los medios de comunicación e incluso en las conversaciones en el transporte público, como diría la ministra.

En las últimas semanas Pedro Sánchez acostumbra a preguntar si Cataluña y España estaban mejor en 2017 o ahora. La respuesta es obvia: en 2017 la situación era mucho menos grave ya que, si bien en su desidia e inoperancia Rajoy y Saénz de Santamaría dejaron que el golpe de Estado separatista llegase casi a una situación de no retorno, ahora no es que no se defienda la unidad nacional, es que el propio presidente del Gobierno y su partido se han pasado al golpismo.

Porque eso es lo que está ocurriendo y lo que ha venido pasando, de hecho, desde que Sánchez llegó al poder con el apoyo de separatistas, golpistas y comunistas: ahora el golpe se da desde Moncloa y obtiene mayorías en el Congreso.

Muchos pensarán, y en parte hay algo de cierto en ello, que el presidente del Gobierno se limita a ceder ante el separatismo porque lo necesita para mantenerse en el poder, pero parafraseando a Popper, eso es sólo una feliz coincidencia: más allá de la aprobación de unos Presupuestos que podría prorrogar sin mayor problema, lo que está haciendo Sánchez es dar su propio golpe, desmontando la arquitectura institucional y democrática de España en su propio beneficio para llegar a un régimen que sólo será una apariencia de democracia en la que él podrá perpetuarse en el poder.

La derogación del delito de sedición que se ha hecho realidad este jueves en el Congreso es un episodio especialmente significativo y simbólico de este proceso: en ningún país del mundo medianamente respetable resultaría ni tan siquiera imaginable ver al Gobierno diseñando un Código Penal a la medida de los delitos que han cometido y piensan volver a cometer sus socios. Sin embargo, conviene también no olvidar que pese a esa indudable gravedad y a lo ofensivo que resulta el espectáculo, es sólo un paso más, es sólo un escalón más de la escalera por la que Sánchez y los suyos avanzan a toda la velocidad que pueden.

Eso es lo realmente importante y no las polémicas propiciadas por la hipocresía ventajista del Gobierno y, sobre todo, la estupidez de una oposición que parece empeñada en no entender la situación y que, en lugar de parar el golpe, se limita a intentar arañar un puñado de votos o lograr unos cuantos retuits.

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