Menú

Saber para prever y para ejercitar el poder

En contra de nuestras expectativas, la previsión del futuro inmediato en términos económicos no ha sido una operación tan sencilla como creíamos.

En contra de nuestras expectativas, la previsión del futuro inmediato en términos económicos no ha sido una operación tan sencilla como creíamos.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en la sesión de control al Gobierno en el Congreso.

Esta era la máxima que daba Augusto Comte a primeros del siglo XIX. Se proponía instaurar una verdadera ciencia práctica ("positiva") en las ciencias sociales, típicas de nuestra edad contemporánea.

Quizá nos hemos pasado de "optimismo positivista". El hecho de que el poder ejecutivo disponga hoy de continuas previsiones del futuro inmediato nos ha hecho creer que lo dominamos. No es así. En los últimos tiempos, ningún Estado u organismo internacional ha logrado anticipar la incidencia y desarrollo de la pandemia del virus chino. Nadie ha explicado la sorpresa del aumento de la mortalidad después de la pandemia en algunos países, entre ellos, el nuestro. La agotadora Guerra de Ucrania (inicialmente tenida por "relámpago") ha pillado por sorpresa a todo el mundo. No digamos la continua preponderancia de la economía de China y de los países vecinos. El hecho de la escasez generalizada de materias primas y la consiguiente inflación ha supuesto un desconcierto general. Tampoco estamos seguros del auge anticipado del coche eléctrico, y, desde luego, no estaba prevista la hegemonía china en este terreno. Total, que, en contra de nuestras expectativas, la previsión del futuro inmediato en términos económicos no parece haber sido una operación tan sencilla como creíamos. No será porque falten organismos (públicos o privados, nacionales o internacionales) dedicados, especialmente, a proyectar líneas de tendencia. Claro que lo más fácil es establecer proyecciones lineales. El problema está en que las trayectorias reales, tantas veces curvilíneas, responden a una secuencia ondulada, y esa es más difícil de anticipar.

Al establecer previsiones del futuro inmediato, la creencia más firme es la de la profecía que se cumple. Es un supuesto demasiado ingenuo. A menudo sucede lo contrario. Dicho lo que puede ocurrir, si se corresponde con sucesos no deseados, es probable que se activen los esfuerzos para que no se produzca. Tal reacción es muy corriente, por ejemplo, en las previsiones de las encuestas electorales.

Seamos realistas a la hora de anticipar el futuro. La economía y las demás ciencias humanas y sociales no dejan de estar dominadas por la incertidumbre. En el mejor de los casos, la previsión del porvenir cercano es una cuestión de probabilidad, esto es, de aproximaciones. El hecho de que se vistan con aparato numérico y con algoritmos es, más que nada, una cuestión estética, de presentación para su mejor venta.

Una forma de mejorar el trabajo previsorio sería que los gabinetes económicos o de encuestas comprobaran, sistemáticamente, las previsiones hechas con la realidad. Por desgracia, esa tarea no suele hacerse, y, así, nos va. Hay que aprender de los errores. No otra cosa es la dubitativa marcha del progreso científico.

Un sesgo poco justificado es la apariencia de una falsa precisión con decimales en muchas de las previsiones de tipo económico. Es mejor establecer líneas de tendencia aproximadas, con mediciones precisas, aunque fueran de carácter muestral. Se hace necesario una generosa pluralidad en los gabinetes de estudios dedicados a levantar predicciones. No da mucha confianza el hecho de que exista una única fuente para determinar la tendencia de los precios o las incidencias del clima. El contraste y la comparación es la clave del método experimental; "positivo", para Augusto Comte.

Un truco propagandístico del Gobierno consiste en divulgar una predicción como si fuera lo que, inexorablemente, ocurrirá. Es la versión política del cuento de la lechera. Se supone que esa táctica tranquiliza a la población cuando la coyuntura se presenta adversa. Pero no deja de ser un ulterior engaño. Lo peor es que, de ese modo, cunde la desconfianza respecto al Gobierno cuando se comprueba que la realidad dista un trecho de lo calculado de manera oficial.

La aleatoriedad sobre las tendencias económicas es poca cosa si la contrastamos con una improvisación mucho mayor. Nadie pudo anticipar, hace unos años, que un Gobierno como el español, autoproclamado "socialdemócrata", iba a triturar la Constitución y la democracia. Puede que siga con su ímpetu demoledor y trate de acabar con la monarquía y la nación española. A todo esto, sin que las fuerzas conservadoras manifiesten la necesaria voluntad de resistencia unida. Es un caso insólito de indiferencia ante el futuro colectivo.

Temas

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal