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Jesús Laínz

Cabalgata de cualquier cosa

La España y la Europa de nuestros días aportarán a los historiadores futuros mucha materia sobre la que reflexionar.

La España y la Europa de nuestros días aportarán a los historiadores futuros mucha materia sobre la que reflexionar.
En Valladolid, Baltasar saluda a los niños a través de una pantalla de plástico. | EFE

Cuando nació Jesús de Nazaret el paganismo ya no era el mismo de antes. Seguía siendo la religión de la mayoría de los romanos, pero no eran pocos los que, sobre todo entre las personas educadas, ya no se lo tomaban en serio. Edward Gibbon, incomparable historiador de aquella época, resumió la situación con sucintas y magistrales palabras:

El pueblo consideraba los distintos tipos de culto que prevalecían en el mundo romano igualmente ciertos; el filósofo, igualmente falsos; y el magistrado, igualmente útiles.

Como sucede desde hace milenios cuando una religión entra en proceso de descomposición, desaparecen de ella las cosas serias y sobreviven las supersticiones. Hasta Amiano Marcelino, historiador pagano del siglo IV y pugnaz enemigo del cristianismo, tuvo que reconocer que de la vieja religión sólo quedaban las bobadas:

Estos vicios, que degradan el carácter moral de los romanos, se mezclan con una pueril superstición que desacredita su inteligencia. Escuchan con credulidad las predicciones de los arúspices, que pretenden leer en las entrañas de una víctima los signos de grandezas y prosperidades futuras. Y hay muchos que ni siquiera se bañan, cenan o aparecen en público si no es tras consultar, de acuerdo con las normas de la astrología, la situación de Mercurio y el aspecto de la Luna. Resulta muy singular que, con frecuencia, esta vana credulidad pueda descubrirse entre los escépticos profanos que impíamente niegan o dudan de la existencia de un poder celestial.

En suma, que, en aquellos tiempos, como en los nuestros, no faltaban los ateos que creían en los horóscopos. Y mientras tanto, los cristianos hacían gala de convicciones tan férreas que hasta demostraron estar dispuestos a morir por ellas.

Pero los siglos no pasan en balde, y hoy, dos milenios después, las diversas confesiones cristianas, por la acción combinada de los ataques exteriores y los errores propios, dan sus últimas boqueadas.

Los síntomas son muchos e intensos, pero, dadas las fechas, hoy nos toca limitarnos a uno aparentemente superficial pero muy significativo: unas Navidades de las que, salvo excepciones, se ha extirpado todo componente sagrado y unas cabalgatas de reyes convertidas desde hace ya muchos años en espectáculos grotescos.

En nuestra excatólica España disfrutamos de mamarrachadas para todos los gustos: reinas magas –Libertad, Igualdad y Fraternidad, ¡cuánta originalidad!, se llaman las sujetas– para satisfacer las exigencias de la llamada igualdad de género; elfos de orejas puntiagudas recibiendo las cartas para sus majestades de Oriente; drag queens aprovechando la cabalgata para normalizar la transexualidad; Donald, Mickey, Bugs Bunny, Willy Fogg, Frodo, Gandalf y Darth Vader saludando y repartiendo caramelos desde las carrozas… No tardarán en llegar Sauron, Drácula y los zombies. Y Franco haciendo de Herodes, claro.

Este año hemos contemplado cómo el rey Baltasar montaba un lío en Mallorca, cual vampiro ante agua bendita, al negarse a entrar en la iglesia a recibir a los niños por ser musulmán; a dos negros pintados de blanco en Zaragoza para poder representar a Melchor y Gaspar, tal vez como burla a la tradición, hoy tan condenada aunque nacida en los largos siglos en los que resultaba difícil encontrar un negro en España, de pintar a un blanco con betún para que representara a Baltasar; y una fiesta antirreyes en Manresa promovida por el Ateneu Popular La Sèquia y el Espai Popular AlQwa. El Ateneu tiene su sede en un inmueble okupado y aglutina a varias organizaciones izquierdistas, separatistas y LGTBI con el objetivo de "construir alternativas al capitalismo y el sistema hegemónico", denunciar "las injusticias del sistema capitalista, la opresión del patriarcado y defender la independencia de los Países Catalanes". Por su parte, AlQwa es una asociación de inmigrantes, mayoritariamente norteafricanos, que dice trabajar para "acabar con el racismo estructural y con la Ley de Extranjería". Curiosidades de ese multiculturalismo que está logrando hacer que Europa se parezca cada día más, desde todos los puntos de vista, a cualquier país regado por el Nilo.

La España y la Europa de nuestros días aportarán a los historiadores futuros mucha materia sobre la que reflexionar. Porque probablemente esté llegando a su fin la Edad Contemporánea, ésa que comenzó a finales del siglo XVIII con aquellas revoluciones norteamericana y francesa que implicaron cambios políticos tan profundos que el mundo ya no volvió a ser igual. Algunos opinan que quizá habría que haber empezado a considerarla concluida con las bombas atómicas de 1945, puesto que la novedad técnica fue de tal magnitud que también cambió el mundo para siempre, tanto para lo bueno como para lo malo. Pero lo que parece innegable es que algún día se evidenciará que la gran revolución social, cultural y política, tanto europea como mundial, será la que quizá lleve a los historiadores del mañana a bautizar su tiempo como Edad Postcristiana.

www.jesuslainz.es

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