
No hay señal más letal sobre el futuro de un Gobierno que la pérdida del sentido del ridículo. Cuando nadie avisa de que eso que está haciendo el alto mandatario es una mamarrachada, podemos estar seguros de que la nave va a la deriva. Ya dijo Tarradellas que "en política se puede hacer de todo, menos el ridículo" y, aunque se trata una frase optimista que hoy en día resulta difícil de aplicar en la política española, creo que al menos sí podemos pedirles a nuestros mandatarios que no hagan sólo el ridículo.
Estoy pensando, por supuesto, en el corto pero intenso vídeo de Pedro Sánchez repantigado en el sofá de una parejita muy joven de Parla, hermano él de un cargo socialista en la ciudad o algo así, que le cuentan –sin llegar a decirlo explícitamente, eso sería demasiado hasta para Sánchez– cómo sus medidas de progreso les están haciendo la vida mucho más fácil, diríase que de colorines.
Está Sánchez tratando de presentar una cara más humana y más cercana a la ciudadanía, aunque para ello tiene que tirar de ambientes controlados y estrictamente socialistas: el otro día con los viejitos de la petanca, que el que no era del PSOE era de UGT, ahora con estos dos pipiolos de la vida que tienen hermanísimo en el partido, sueldo mínimo, puesto fijo y un presidente en el sofá tan repantigado que parece que en cualquier momento va a rascarse los testículos y ponerse a ver algo de Netflix.
El hecho de que, en sólo unas horas, sepamos que todos los que salen en cada vídeo tienen o carné del PSOE o familiar directo en el partido provoca un descojone generalizado y, por supuesto, desactiva cualquier eficacia que hubiese podido tener ver al presidente jugando a la petanca o tomando café en Parla. Y aquí volvemos a la chapucería con la que el Gobierno hace casi todo y también estas cosas: ¿de verdad creen que no nos vamos a enterar? Quizá piensan que las imágenes son más fuertes que la verdad y que podrán controlar "el relato" en los medios, pero yo diría que el tiempo de eso hace mucho que pasó.
A mí estos esfuerzos de Sánchez por convertirse en Pedro I el Humano me recuerdan a cuando Soraya Sáenz de Santamaría trató de construirse una imagen presidenciable, primero enseñándonos la pantorrilla en El Mundo y después echándose un bailecito en El Hormiguero. Y creo que Sánchez va a tener el mismo éxito que tuvo la entonces vicepresidenta, que se hizo un cartel electoral tan perfecto que no fue capaz ni de ganar un congreso de su partido –sí, de lo que pasó después con el ganador mejor no hablemos–.
En Madrid hay una frase hecha sobre Parla con una rima de bastante mal gusto que une el nombre de esta populosa ciudad del sur y cierta práctica sexual. Es una fórmula muy poco sutil y no demasiado elegante que los madrileños usamos para mandar a alguien al carajo, para que ustedes me entiendan. Por eso pienso que, en el fondo, que Sánchez haya ido él solito a Parla tiene cierta justicia poética y algo de profecía: precisamente allí le vamos a enviar el 28 de mayo.
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