Aunque la reforma de la funesta "ley Montero", más conocida como "Ley del solo sí es sí", no evitará el goteo de excarcelaciones y de revisiones a la baja de las condenas por los delitos sexuales perpetrados con anterioridad a su futura entrada en vigor, sí que evitará que futuros delitos de esa misma naturaleza sean castigados tan leve o desproporcionadamente como establece el bodrio jurídico que actualmente sigue en vigor. Esa es la razón por la que la urge poner fin a este disparate jurídico que el PSOE, incluido Pedro Sanchez, ha terminado por aceptar como "error" y que ha provocado una división con sus socios podemitas, quienes siguen soberbiamente empecinados en sostenella y no enmendalla a pesar del más de medio millar de rebajas de condenas que dicha ley ya ha provocado.
Hasta tal punto las espadas siguen en lo alto entre los dos partidos que conforman el gobierno, que este miércoles la vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero, ha advertido que "si hay una discrepancia (con Podemos) en el núcleo de lo que nos separa, y eso es lo que no se toca, se podrán enviar tantas propuestas como uno quiera pero no se avanza". Es más. Algunos cargos del PSOE han retado a sus socios de extrema izquierda a que hagan públicas sus propuestas de reforma en vez de enviárselo a ERC o Bildu, incluso hay quien presume de no haber filtrado ninguno de los documentos elaborados desde el entorno de Montero pese a "les podría hacer mucho daño" porque "no cambian nada".
Ciertamente, poco cambio o poca solución se puede esperar de quienes a día de hoy siguen empecinados en no admitir que la Ley Montero sea un problema o un error. Con dicho empecinamiento, Podemos está sorprendentemente contribuyendo a los intentos del PSOE por desvincularse de una ley que, conviene recordar, fue ampliamente elogiada por Pedro Sánchez y aprobada de forma colegiada por el Consejo de Ministros.
Lleguen o no a un acuerdo PSOE y Podemos, lo que no puede la deseable reforma de la ley Montero es dividir a la derecha. PP y Vox, en este sentido, no pueden ser responsables, ni por acción ni por omisión, de que la extrema izquierda se salga con la suya a la hora de mantener en vigor "sí o sí" el bodrio jurídico que ahora nos ocupa. En este sentido, nos parece un acto de responsabilidad y de ineludible sentido de la coherencia que portavoces de ambas formaciones hayan mostrado su predisposición a respaldar al PSOE para derogar la ley Montero. Ahora bien. Nos parece más responsable la prudente predisposición favorable que ha mostrado en este sentido Espinosa de los Monteros que el cheque en blanco que Feijóo y otros portavoces del PP parecen dispuestos a otorgar a la contrarreforma del PSOE sin que nadie del Gobierno se haya molestado en negociar nada con el principal partido de la oposición. Esta cautela es defendible, no por aquello de que a veces el remedio sea peor que la enfermedad —no es este el caso puesto que la contrarreforma propuesta por Pilar Llop es objetivamente mejor que la ley Montero— sino porque la contrarreforma socialista sigue adoleciendo a día de hoy de errores que también deberían ser corregidos durante su trámite parlamentario. A este respecto, aunque la proposición de ley sigue llamando agresión a todo, y mantiene la eliminación de la palabra abuso, vuelve a distinguir entre los hechos que se han cometido con violencia o intimidación y los que no, para castigar con mayor pena los hechos más graves. Mientras que a las agresiones con violencia o intimidación se les vuelve a castigar con exactamente la misma horquilla que tenían antes de la ley del "sí es sí" —lo cual es un acierto que devuelve la proporcionalidad al sistema de penas—, la proposición de ley no toca las penas de las agresiones sin violencia ni intimidación —los antiguos abusos—, que mantienen las del delito unificado de la ley de "solo sí es sí".
Ahora bien. Estas deficiencias de la contrarreforma, si bien podrían justificar la abstención de PP y Vox, no justificaría en modo alguno un voto negativo que mantuviera en vigor una ley con deficiencias muchísimo mayores como las que tiene la ley Montero. Confiemos en que lo mejor no sea enemigo de lo bueno.

