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Javier Somalo

La España vaciada, la España comunista

Sánchez y sus socios nos traen la España vaciada del todo. Sánchez vacía el campo y la ciudad, las empresas y las aulas, las cabezas y las almas.

Sánchez y sus socios nos traen la España vaciada del todo. Sánchez vacía el campo y la ciudad, las empresas y las aulas, las cabezas y las almas.
Una cámara graba la intervención de el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

Viendo cómo ha saltado Pedro Sánchez contra Ferrovial y, de forma directa, contra Rafael del Pino, cualquiera diría que les ha regalado las obras que ejecutan o que este buen señor se va sin devolver favores inmerecidos. Le ha criticado, a un ciudadano, hasta fuera de nuestras fronteras, en Dinamarca, como para manchar su expediente, cuando hace sólo un año era ejemplo de "gestión y liderazgo", como dijo de él Nadia Calviño en Nueva York.

Este socialismo tan próximo al comunismo que vivimos —ya hay que poner en duda que haya otro— es incompatible con el libre mercado. No sólo en lo que atañe directamente a impuestos. Los grandes números llevan a decisiones relevantes como la que ahora protagoniza Ferrovial pero el problema, para cualquiera, no sólo para las grandes compañías, es la premisa que pone en marcha la lógica de la izquierda: ven mal el beneficio, como los bolcheviques veían mal al propietario en los años 20 y 30. Tan mal que lo eliminaron físicamente. Aquello, el nacimiento mismo del colectivismo, del comunismo, sigue produciendo admiración en parte del Gobierno de España. Cien millones de muertos después no han cambiado.

Además de la intolerable rabieta de Pedro Sánchez hay que soportar otros episodios de vulgar cinismo. Tiene la poca vergüenza de criticar a Rafael Del Pino y de hablar de solidaridad y de impuestos un personaje como Pablo Echenique, condenado por tener un asistente sin seguridad social. Ya exhibió su marmórea cara al decir que hacer eso, "no pagar la seguridad social a las cuidadoras", era "una vergüenza". Y lo dijo en 2016, ¡mientras él lo hacía! Cuando le pillaron se justificó diciendo que "el sistema empuja a mucha gente humilde a participar en la economía sumergida". ¿Qué sistema? ¿El de freír a impuestos y a cotizaciones sociales a una familia que necesita cuidados profesionales en casa? ¿O el de subir el salario mínimo interprofesional "empujando a mucha gente humilde" a no contratar porque es imposible? A ver si resulta que Echenique es liberal y no se lo han dicho. ¿O es que es de izquierdas y entonces los delitos se le diluyen, no le tocan, le resbalan? Es que es de izquierdas, allí donde el delito propio siempre es virtud.

En la orilla de las grandes corporaciones de la causa, El País ajusta cuentas con Ferrovial como si llevara un concienzudo estadillo de las concesiones, como si fuera el chupatintas con manguitos del presidente Sánchez. "Ferrovial se adjudicó contratos por 1.000 millones en la era Sánchez". Vaya, ¿se los adjudicó Rafael del Pino, así sin concurso ni nada? No, no, que fue "en la era Sánchez", o sea, gracias al Padre. Y ahora, el muy desagradecido, se va de casa.

Y a todo esto, ¿cómo van las cuentas de Prisa con el negocio público de TVE? Los últimos ejemplos de los programas de Ana Morgade y Julia Otero, producidos por Prisa en régimen de concesión bajo supuesto concurso pese a que TVE tiene unos 6.500 empleados, infinitos recursos técnicos y una videoteca sin igual, son mera anécdota al lado de lo que lleva facturado el buque mediático del PSOE gracias a los impuestos de todos los españoles. Eso sin contar el origen del liderazgo radiofónico de Prisa: el atraco a Antena 3 de Radio avalado por un gobierno del PSOE o de los sucesivos e inexplicables rescates como si la compañía —cotizada en Bolsa— fuera la pirámide de Keops o el gran templo de Petra.

¿Cómo queda, pues, el análisis comparado de la obra pública de Ferrovial frente a la de Prisa en TVE, ambas por concurso y por un supuesto interés general? Pues una se traduce en infraestructuras esenciales y la otra en telebasura y manipulación. Ambas facturan y tienen beneficios. No todos saben manejarlos bien y hacerlos crecer. No todos son útiles para el ciudadano.

Complejos en la clase empresarial

Pero las culpas de la clase empresarial española también nos han llevado —a todos, no sólo a Ferrovial o a quien le siga— hasta aquí. Son unas culpas muy parecidas a las de la derecha política: piden perdón por existir. Y en el caso empresarial, por ganar dinero, que es su deber. Para obtener ese perdón se humillan ante el poder verdadero (mediático e institucional) que siempre es de izquierdas, gobierne quien gobierne. De ahí salen luego muchos complejos y algunas de las llamadas RSC, "Responsabilidad Social Corporativa" que son como un ejercicio de gimnasia matinal maoísta, tan artificial como obligatorio para que no les llamen "tiburones", "depredadores", "especuladores", "usureros", "capitalistas despiadados"… y para no convertirse en presas de la caza al patrón: "compañeros y compañeras, hay que frenarles los pies", que dijo la ministra Belarra.

Y la culpa pasa también por asumir lo que llaman "diálogo social" y que no es sino el secuestro masivo de empresarios por parte de los sindicatos que suele acabar en síndrome de Estocolmo o en mareas multicolor con antorchas. ¿Por qué ha de decidir mi sueldo un tipo "liberado" que no trabaja —Marcelino Camacho y Nicolás Redondo sí lo hacían— y que cobra de mis impuestos? Ni CEOE, ni sindicatos, ni partidos debían tener subvención. Lo dijo una vez Mariano Rajoy, quizá tras un golpe en la cabeza. Pero sobre todo, es que no tienen ni idea de lo que es una nómina, un ingreso, un gasto o una cotización. La perversión la alimenta esa élite empresarial que cree que se puede contentar a la izquierda, que pide perdón.

Luego se sucumbe a todo el ritual resiliente sostenible y se aceptan como buenas, normas absurdas que obligan a las empresas a caros, complejísimos e inútiles protocolos para todo, ahora también para garantizar la igualdad de género, mientras se hacen leyes infames que terminan excarcelando a violadores y pederastas. Y mientras pasa lo que pasa en los puticlubs del Congreso-Connection para vergüenza de todos, dentro y fuera de España.

Parece que los empresarios que le gustan al PSOE son más de andar por casa, más de mordida y noche loca. Cuando la ruta para sobornar, para conseguir negocios con comisión es Congreso-Restaurante-Puticlub es porque algunos socialistas identifican la sede de la soberanía popular con el templo de la impunidad, de la ventaja, de la perversión con dietas. Un centro de negocios turbios con Policía a la entrada. Pero luego el beneficio empresarial legal es malo y hasta mata de frío a la pobre cerillera en un oscuro callejón. Con el calorcito que hace en la sauna, sudando en el negocio ese que ellos mismos quieren ilegalizar.

El círculo del beneficio empresarial redunda siempre de forma positiva en la sociedad aunque unos ciudadanos sean millonarios y otros no. Con el otro círculo, el de la colectivización, habrá muchas menos personas más millonarias y el resto de la sociedad, salvo esa ínfima élite, estará en la más absoluta ruina. Eso sí, gratuita y universal.

Sánchez y sus socios nos traen la España vaciada del todo. Sánchez vacía el campo y la ciudad, las empresas y las aulas, las cabezas y las almas. Sánchez y este socialcomunismo lo vacían todo, como la carcoma, dejando a su paso una frágil cáscara podrida.

Si la clase empresarial española quiere caer mejor al pobre contribuyente, que tome ejemplo de Belarra. Que "frene los pies" a estos psicópatas y haga algo que resultaría de lo más RSC: defender la libertad.

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