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EDITORIAL

Cambio de peones en un Gobierno irrelevante

Ni Héctor Gómez ni José Manuel Miñones van a disponer de tiempo material para imprimir su sello personal en ambos departamentos.

Con la ridícula solemnidad con la que suele adornarse en sus comparecencias públicas, Sánchez dio ayer cuenta del nombramiento de los nuevos ministros para cubrir las vacantes que dejan Reyes Maroto y Carolina Darías, candidatas a las alcaldías de Madrid y Las Palmas de Gran Canaria respectivamente.

El presidente aprovechó este acto meramente institucional para hacer campaña a favor de las dos candidatas socialistas, de las que ponderó los enormes éxitos que, a su juicio, han acompañado la gestión pública de ambas ministras. De Maroto destacó "el impulso clave para reindustrializar nuestro país", mientras que Darías sería, a juicio de Sánchez, un personaje providencial "en el fortalecimiento de la sanidad pública". En el caso de su ya exministra de Sanidad, el presidente proclamó: "Siempre guardaré en mi memoria la presentación del primer plan de Salud Mental", lo que da una idea cabal de la condición impresionable de Sánchez y de la dimensión real de las conquistas alcanzadas por Darías al frente del ministerio de Sanidad.

Las ministras han sido sustituidas por dos hombres al frente de sus ministerios, alarde machista que desmiente la afirmación de que contamos con el Gobierno más feminista de la historia de España. Pero la hipocresía de la izquierda a la hora de practicar los dogmas que trata de imponer a los demás es solo el detalle chocarrero de una remodelación de Gobierno que es, en sí misma, una simple anécdota a descontar en el balance del sanchismo.

En efecto, este cambio de peones en el Gobierno resulta insustancial, tanto por la irrelevancia política de los implicados como por el escaso margen de tiempo de que van a disponer para gestionar sus respectivas carteras. A pocos meses del fin de la legislatura, ni Héctor Gómez ni José Manuel Miñones, los dos políticos agraciados con las carteras que dejan vacantes las candidatas socialistas, van a disponer de tiempo material para imprimir su sello personal en ambos departamentos. A estas alturas, se trata simplemente de gestionar el día a día en los asuntos iniciados por sus predecesoras, sin margen para poner en marcha ningún nuevo proyecto personal.

Pero nada de esto tiene importancia para Sánchez, que afronta la recta final de su mandato con la esperanza de traducir en votos la presidencia de turno de la UE que va a ostentar a partir del próximo mes de junio. A estos efectos, el papel fundamental de los ministros va a consistir en aprovechar los recursos del Estado para tratar de hacer pasar a Sánchez como el gran estadista que va a dirigir durante un semestre los destinos de la política internacional. La decisión de no aprovechar esta remodelación para expulsar del Ejecutivo a los ministros podemitas carbonizados por su penosa gestión es otro detalle de esta crisis de Gobierno, pensada en clave únicamente propagandística aunque ello vaya, como siempre ha ocurrido en esta penosa legislatura, en contra del interés de todos los españoles.

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