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El secreto mejor guardado de Rufián

¿Y si todo se redujera a que los separatistas no se quieren quedar sin su tonto útil en Madrid?

¿Y si todo se redujera a que los separatistas no se quieren quedar sin su tonto útil en Madrid?
Pablo Iglesias y Gabriel Rufián | EFE

Gabriel Rufián, hombre de muchos focos pero de pocas luces, acaba de enseñar demasiado el cartón en su réplica tuiteara a la alusión que le dirigió Yolanda Díaz en el acto de Sumar. Y es que el propio de Junqueras en Madrid ha querido recuperar para la ocasión sus modales más barriobajeros y macarras, aquellos con los que hizo su presentación en sociedad cuando los ojeadores de la Esquerra lo sacaron de la cola del paro en Santako para que representara su papel de charnego agradecido posmoderno en las pantallas de las televisiones nacionales.

Así, Rufián ha acusado de modo apenas larvado a la vicepresidenta de corromperse por dinero (por el dinero de Garamendi y de la CEOE, que estarían financiando desde las sombras a Sumar). Esa sería la manera que tendrían los dueños del capital financiero de retribuir su intento de "apuñalar a quienes te pusieron donde estás". Brocha gorda a granel, como se ve. Que Rufián es un botarate tabernario cuyos eructos nunca procede tomar en serio parece, a estas alturas, cosa más que sabida. Lo que diga o deje de decir Rufián, en efecto, tendría que dar siempre igual; pero lo que haga o deje de hacer con su voto en el Congreso, eso ya no puede dar tan igual.

Y lo que hizo en aquel pleno de infarto, cuando el Gobierno salvó en el último segundo la reforma laboral solo gracias a uno del PP que se equivocó al darle al botón, está llamado a constituir el mayor misterio de esta legislatura. ¿Por qué la Esquerra, contra el criterio de los sindicatos y de sus propias bases, quiso entonces destruir la carrera política de la ministra de Trabajo, que tendría que haber dimitido en el acto si no llega a irrumpir en escena el torpe de Casero? Su voto fue tan políticamente incomprensible, tanto, que la única explicación posible pasa porque ERC desease hacer el favor a Pablo Iglesias de defenestrar a su sucesora, en aquel instante convertida ya en su mayor enemiga interna. ¿Y si todo se redujera a que los separatistas no se quieren quedar sin su tonto útil en Madrid?

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