
El 1 de mayo, desde finales del siglo XIX, ha venido en considerarse el día de los trabajadores en conmemoración de los llamados "mártires de Chicago", obreros muertos durante la gran huelga de 1887 por la jornada de ocho horas. Por cierto, dígase de una vez que aquella manifestación duramente reprimida por la policía fue impulsada por el anarcosindicalismo norteamericano, cuya prima hermana en España andando un poco de tiempo sería la Confederación Nacional del Trabajo (1910), la mayor organización sindical de la historia de España siempre muy alejada del socialismo y del comunismo y muy hostil a la utilización política de los asalariados.
Uno de los enigmas más llamativos del franquismo fue que, a su descomposición, no resucitó la CNT millonaria en afiliados en 1936 y muy superior a la UGT. Muchos la acusaron de indisciplina y de los excesos y violencias de la II República y la Guerra Civil en la retaguardia. Es cierto que los perpetró pero ni más ni menos que otros. Dividida entre el exilio y el interior, como el PSOE, los seguidores de Federica Montseny se quedaron tras un largo pleito con las siglas y los archivos históricos y los nuevos sindicalistas libertarios del interior pasaron a llamarse CGT, minoritaria. Mientras tanto y a pesar de sus orígenes cristianos, las primeras Comisiones Obreras y luego buena parte de la USO (promovida desde Acción Católica, HOAC y JOC) y otras minorías cayeron en manos del PCE.
Tras la llegada al poder del PSOE de Felipe González en 1982, la influencia del dinero público se fue abriendo paso en las dos grandes organizaciones sindicales y puede decirse que hoy ambas están siendo dirigidas desde la cúpula socialista, con algún pellizco comunista, y han sido contaminadas por la corrupción del dinero que "no es de nadie". Un sindicalismo autónomo de la política o independiente de ella, si se quiere, es hoy un mero recuerdo. Para muchos, como Ramón Tamames, para bien porque era partidario de impedir la "resurrección" de algo tan incontrolable como la CNT.
Entre la sumisión a los partidos, su corrupción y los cambios evidentes en los mercados de trabajo, la fiesta de 1 de mayo ya no es más que una momia flácida. La afiliación sindical es bajísima y día tras día se comprueba cómo la vida cotidiana de los trabajadores asalariados, cada vez más funcionarizados por la colonización política de las administraciones públicas, apenas se ve influida por la acción, o mejor, por la inacción sindical. De hecho, el poder adquisitivo de los salarios en España no ha parado de deteriorarse en los tres últimos años y se queda uno estupefacto cuando ve a los burócratas sindicales alinearse con el máximo responsable del desaguisado, Pedro Sánchez. Es más, añade la UGT en un informe de noviembre de 2022, que la situación "empeora con la crisis inflacionista". Exacto, pero aplauden al sátrapa. Estupefacto, ya digo.
No extraña a nadie el desprestigio alcanzado por estos sindicatos atrapados por casos de corrupción judicialmente escandalosos como los ERE en toda España, y especialmente en Andalucía y, en el caso de la UGT andaluza desde luego, con toda su cúpula procesada por diferentes enjuagues mezclados con mariscadas famosas. La degeneración parece no tener fin y ya casi el 90 por ciento de los asalariados, el 97 por ciento de los jóvenes, no se afilia a nada. Pero sus cuadros siguen percibiendo dinero de todos los españoles. Estupefactos quedamos como un "buey de arado", que anotaba Woody Allen, para acabar de una vez por todas con la cultura, en este caso sindical.
Por otra parte, tuvimos un 2 de mayo, que debería ser fiesta nacional, no sólo de la Comunidad de Madrid, porque rememora el alzamiento de los españoles contra el invasor francés y el nacimiento de la moderna nación española. Pero lo que son las cosas, lo que debería ser una celebración patriótica, se ha convertido en el sainete de la silla perdida del autoinvitado Félix Bolaños (y hallada junto a Margarita Robles, en otro tiempo alguien seria), en los actos oficiales de Madrid.
Bolaños, de quien se ha dicho que en Moncloa lo conocen como "el alcalde" e incluso como "el cerebro" por sus maniobras en la oscuridad para lograr los acuerdos que dieron paso a la formación del gobierno "Frankenstein", se entretiene ahora en reventarle el acto electoral a Isabel Díaz Ayuso. Pero, ¿no sabe a estas alturas que la de Chamberí es una experta en socialismo cañí y que le tiene tomado el pulso al "largo caballero" que le manda y a su gobierno?
Haber estado donde ha estado y hecho lo que ha hecho para acabar siendo el mamporrero de la victoria por mayoría absoluta de la mujer más famosa hoy del PP, y ya veremos en el futuro si las cartas se alinean, es de estupefacción completa. Dice Pedro Sánchez que le dijo a Bolaños hace años: "Esto (lo de ambos) va a ser una revolución, no tengo prisa, tómate tu tiempo. Queremos un nuevo modelo de partido a veinte años. No va a ser un parche, sino un legado". Pues miren en lo que está quedando, en responsable de la derrota más grande jamás contada en Madrid. Algo que habrá que pagar. Ojo, Félix.
