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Cristina Losada

La difícil remontada del Partido Popular

Sería una auténtica ruptura con la pauta de voto de los últimos ocho años que el PP consiguiera este 28-M la primera posición en las municipales.

Sería una auténtica ruptura con la pauta de voto de los últimos ocho años que el PP consiguiera este 28-M la primera posición en las municipales.
Alberto Núñez Feijóo | Europa Press

A veces, hay que mirar atrás para hacerse una idea de dónde se está. Con el procedimiento del retrovisor lo que se ve es que desde hace ocho años, el Partido Popular ha sufrido notables pérdidas en las elecciones municipales y en las autonómicas, y que el punto de inflexión en el que pasó de la ganancia a la pérdida fue el año 2015. No por casualidad, coincidió el principio del declive con el fin de la primera legislatura de Rajoy, con mayoría absoluta y los efectos de la crisis económica presentes. No fue casualidad tampoco que emergiera aquel año la "nueva política", con el potaje indignado en ebullición, aunque no tuviera protagonismo absoluto hasta las generales de diciembre. Pero, a lo que vamos, el PP pasó de la hegemonía total en las municipales y autonómicas de 2011 al papel de segundón arruinado cuatro años después, y la caída en desgracia no se detuvo en la convocatoria siguiente.

Las causas son otra historia, que hoy no viene a cuento, y además son conocidas. Lo importante es establecer el antes para comparar con el después. Y el antes, para el principal partido de la oposición, es bien triste. No es que lo perdiera todo, porque siempre mantuvo ciertas plazas fuertes. Pero de aquel mayo 2011 que tiñó de azul el mapa autonómico, no quedarían después más que los feudos habituales. En ocasiones, la posesión de esos dominios, por su relevancia política, caso de Madrid, consigue camuflar el fracaso general. Pero no hay camuflaje que resista el frío recitado de los hechos y la comparación de las autonomías en las que ganó y gobernó el PP hace tres convocatorias, que son doce años, con las que perdería posteriormente. La era Rajoy se estiró hasta 2018, cuando la truncó la moción de censura, pero su final empezó antes, y el primer signo palmario del fin se manifestó en unas elecciones de mayo.

Este tipo de elecciones, suele decirse, funcionan como señales de lo que está por venir, pero no hay que olvidar que funcionan también como lo contrario. Pueden anticipar un "cambio de ciclo" o pueden ir a remolque del ciclo existente, que viene a ser subirse al carro ganador con todas las garantías, sin asumir ningún riesgo. Cambiar tiende a verse como un riesgo, razón por la cual suele tener ventaja el que ya está en el poder. Con todo esto, lo poco que se puede decir con seguridad es que sería una auténtica ruptura con la pauta de voto de los últimos ocho años que el PP consiguiera este 28M la primera posición en las municipales y recuperara alguna plaza importante, sea en las autonomías, sea en las grandes urbes.

De ahí el relieve de esta primera gran batalla electoral y su trascendencia para Feijóo y para Sánchez. Porque si el PP logra romper en estas elecciones una pauta de voto consolidada que le ha sido desfavorable, puede encarar con fundado optimismo las generales de finales de año. Y si no, el que va a poner el champán a enfriar es Pedro Sánchez.

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