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Emilio Campmany

Tontos que hacen tonterías

La decisión de Sánchez es una estupidez como una catedral. Y no puede extrañar si se considera que quienes la tomaron fueron los 'Pepiño Blanco boys'.

La decisión de Sánchez es una estupidez como una catedral. Y no puede extrañar si se considera que quienes la tomaron fueron los 'Pepiño Blanco boys'.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez durante su comparecencia en Moncloa. | EFE

Es costumbre entre los periodistas explicar las decisiones de los políticos racionalizándolas como si fueran el fruto de la lógica. Las más sorprendentes se nos presentan una vez tomadas como las más naturales. La de Pedro Sánchez de convocar elecciones anticipadas a las quince horas del cierre de los colegios electorales de las municipales y autonómicas sorprendió a todo el mundo. Pero, pasadas veinticuatro horas, resulta ser la decisión más lógica del mundo. Para unos porque es la que corresponde a un político de raza que le gusta tomar la iniciativa y para otros porque es lo que cabe esperar de un dirigente egoísta que tan sólo piensa en su propio beneficio. Nada de eso. La decisión de Sánchez es una estupidez como una catedral. Y no puede extrañar si se considera que quienes la tomaron fueron los Pepiño Blanco boys (Antonio Hernando, Óscar López y el mismo Sánchez) con la ayuda de María Jesús Montero, Félix Bolaños y ¡Santos Cerdán! Entre todos no juntan ni neurona y media. Y eso que Hernando posee una entera heredada de Rubalcaba.

Se dice que es un modo de recuperar la iniciativa, algo para lo que le hubiera bastado romper con Podemos, hacer crisis de Gobierno y nombrar a los socialistas con más prestigio que encontrara dispuestos a participar en su Gobierno. Se dice que es un modo de movilizar al electorado de izquierda que se ha abstenido en las autonómicas y municipales. Extraño modo de movilizar al electorado convocándole a unas elecciones en vacaciones en mitad de un puente. Se dice que las elecciones coincidirán con la formación de los gobiernos PP-Vox que hará visibles las exigencias reaccionarias del partido de Abascal. Es obvio que la deriva extremista que el PSOE espera será más patente a finales de diciembre, cuando esos gobiernos hayan empezado a tomar medidas, que a finales de julio, cuando se estén formando. Se dice que de esta manera Sánchez evita una revuelta interna que habría podido destituirle. En nuestro sistema es imposible que ningún presidente pueda ser destituido por los suyos, como ha demostrado sobradamente el PSOE, dejando que Zapatero y luego Sánchez llevaran el partido al desastre, y el PP permitiendo que Rajoy hiciera lo mismo. Se dice que Sánchez tratará de convencer al electorado progresista de que su coalición Frankenstein es preferible a la de las derechas. Ese argumento ya se ha utilizado y el electorado ha dicho que prefiere a las derechas.

El PSOE podía ganar las elecciones en diciembre si aprovechaba estos seis meses, con la propaganda que proporciona presidir la Unión Europea, para volver a la centralidad. Cabe dudar de que los españoles se creyeran el acto de contrición y el propósito de enmienda, pero valía la pena intentarlo. Empeñarse en ponerle a tiro la cara al electorado dos meses después de haberte dado éste una patada en el trasero es, además de una temeridad, una tontería. ¿Eso significa que la jugada le saldrá mal a Sánchez con toda seguridad? En absoluto. Quiere decir que, con los datos de los que ahora se dispone, lo más probable es que fracase. Pero, si le sale bien, no será por ser más listo que nadie sino por tener más suerte que un torero. Ya lo decía la madre de Forrest Gump: tontos son los que hacen tonterías.

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