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EDITORIAL

Sánchez, el autoritario populista desencadenado

Sánchez es ahora mismo el mayor enemigo de la libertad y de la democracia en España, un auténtico peligro para el sistema cuyas arengas le delatan.

Pedro Sánchez está en choque, perplejo, estupefacto, alucinando. El decorado y los figurantes que le rodeaban han caído con estrépito. España no son los jubilados del PSOE que juegan con él a la petanca, ni las abuelas socialistas de un pueblo de Castilla que le miran con arrobo. Ni los jóvenes militantes con los que toma un café y charla para las cámaras. Hace mucho tiempo que los españoles le dieron la espalda y este pasado domingo le demostraron a él y a lo suyos que gobernar con los proetarras y los golpistas tiene consecuencias, que permitir leyes como la de los sueltavioladores no sale gratis en las urnas, que las formas autoritarias y desconectar de la realidad se paga.

Alega el todavía presidente del Gobierno para adelantar elecciones que pretende resarcir a los alcaldes y presidentes socialistas descabalgados este domingo, que un verdadero líder no abandona a los suyos, que pretende conceder a los españoles la posibilidad de elegir entre él o una especie de diluvio trumpista y reaccionario. Es tal su vanidad que se cree que el futuro de España depende de su persona y proyecta una imagen tan patética como peligrosa. Se cree un hombre providencial, un líder gigantesco, un titán de las libertades y el progreso, predestinado a salvar a la patria de la "derecha extrema y la extrema derecha". Él, que se ha entregado a formaciones como EH Bildu y ERC, cuyo único propósito es acabar con las libertades y con la patria.

Sánchez está profundamente conmocionado y ha decidido echarse al monte y emplazar a los españoles a una especie de duelo terminal, otro plebiscito que en su enajenada composición de lugar sólo puede terminar con una victoria de una izquierda reducida a su persona. Sánchez ha entrado en modo podemita, ha adoptado el discurso de la extrema izquierda, dinamitado cualquier puente institucional. Ataca a los medios que osan criticarle, a los empresarios, a los demás partidos, a todo el mundo, a quien sea que se atreva a llevarle la contraria, a los españoles que no le han votado. No acepta el resultado del pasado domingo y como aquellos que no aceptan la derrota, exige la revancha de forma inmediata, a cualquier precio, pisoteando el interés general, convocando elecciones en pleno verano, en medio de un puente y en unas circunstancias totalmente inéditas e inapropiadas. Otra prueba de su carácter egoísta, irresponsable, iracundo, voluble e insensato, otra demostración de su peligrosidad.

Sánchez está dispuesto a todo. Carece de límites y de barreras. Con él, la democracia, las normas democráticas, las formas institucionales, los contrapesos y equilibrios entre poderes están en riesgo. Ningún presidente de Gobierno en democracia se había comportado como él, nadie se había atrevido a supeditar el interés general a su conveniencia de manera tan obscena y tan grotesca. Envuelto en la bandera de la extrema izquierda, como líder de una plataforma que va del PSOE a Podemos y a ese artefacto electoral llamado Sumar, Sánchez es ahora mismo el mayor enemigo de la libertad y de la democracia en España, un auténtico peligro para el sistema cuyos discursos y arengas le delatan. Su derrota en las urnas es imprescindible para disipar los graves riesgos que corre nuestra democracia.

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