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Cayetano González

Bildu, Sánchez y el PNV

Sánchez ha optado por marcar distancias con Bildu, pero solo durante la campaña electoral. Después, si siguiera en la Moncloa, volvería a rescatarlos.

Sánchez ha optado por marcar distancias con Bildu, pero solo durante la campaña electoral. Después, si siguiera en la Moncloa, volvería a rescatarlos.
La portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, pasa por delante del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | EFE

En el proceso de derribo del régimen constitucional del 78, en el que está empeñado Pedro Sánchez, las dos piezas claves con las que ha contado han sido, ETA, a través de Bildu, y los independentistas/golpistas de ERC. Todos los demás han sido actores secundarios e irrelevantes, empezando por Podemos

En las elecciones municipales y autonómicas del pasado 28 de mayo, Bildu, gracias al blanqueamiento llevado a cabo por Sánchez en los últimos cuatro años, tuvo un magnífico resultado: fue la más votada en el País Vasco, siendo la primera fuerza en el Ayuntamiento de Vitoria y en la Diputación Foral de Guipúzcoa, amén de triunfar en diversos ayuntamientos de Vizcaya y Guipúzcoa. En Navarra cosechó también un buen resultado, quedando segunda fuerza política en el Ayuntamiento de Pamplona y tercera en el Parlamento foral, tras UPN y el PSN.

Sánchez, que tuvo a Bildu como socio preferente en el Congreso de los Diputados en la recién finalizada legislatura, quiere escenificar ahora un alejamiento de los herederos políticos de ETA, porque es perfectamente consciente de que lo contrario le supondría un coste electoral de cara a las elecciones generales del próximo 23 de julio. Eso ha llevado a su partido en el País Vasco a firmar un acuerdo con el PNV, para arrebatar a Bildu el ayuntamiento de Vitoria, que caerá en manos del PSE, y la Diputación Foral de Guipúzcoa, que será del PNV. En ambas instituciones será necesario el apoyo del PP, que bajo la premisa de apartar a Bildu del poder de esas instituciones dará su apoyo gratis —algo que ha levantado cierta polémica en las filas populares del País Vasco— al PSE y al PNV.

Para Bildu, esa "traición" de Sánchez es dolorosa, pero no protestará mucho por dos motivos: quiere "ayudar" a Sánchez a seguir en la Moncloa, al que prefiere mil veces antes que a Feijóo. Con Sánchez en la Presidencia del Gobierno, han conseguido en estos cuatro años bastantes cosas: blanqueamiento de la marca, presos por presupuestos, expulsión de la Guardia Civil de Tráfico de Navarra y una relevancia política que tiene muy preocupado, y motivos tiene para ello, al PNV.

En segundo lugar, Bildu no tiene prisa, juega a medio o largo plazo, y aunque pierda ahora plazas importantes para aumentar su poder, como son el Ayuntamiento de Vitoria o la Diputación Foral de Guipúzcoa, su mirada está puesta en las elecciones autonómicas vascas que tendrán lugar en la primavera del año que viene. En esas elecciones, los herederos políticos de ETA aspiran a ser primera fuerza política en el País Vasco, superando la eterna hegemonía del PNV, y si los números dan, intentarán formar gobierno con el PSE y con lo que quede para entonces de Podemos o de su sustituto Sumar.

La batalla entre Bildu y el PNV la van ganando los primeros. Como señalaba hace unas semanas un magnífico reportaje de Leyre Iglesias en El Mundo, en el País Vasco "los abuelos socialistas mueren y sus nietos votan a Bildu". La sociedad vasca ha cambiado, y por un proceso complejo en el que se mezclan diversos factores, como la crisis de valores religiosos, la educación, el olvido o ignorancia del pasado reciente en el que el terrorismo de ETA sembró tanto dolor y odio, las nuevas generaciones, y no solo ellas, ven a Bildu como una opción más votable que el PNV. Este partido está volviendo a sus orígenes: su reducto electoral es Vizcaya, flaquea en Álava y ha sido adelantado por Bildu en Guipúzcoa. En Navarra —donde Bildu también se siente y es fuerte— han tenido que refugiarse en otras siglas, las de Geroa Bai, porque con las suyas, eran extraparlamentarios.

En este escenario, Sánchez ha optado por marcar distancias con Bildu, pero será solo durante la campaña electoral. Después, si siguiera en la Moncloa, volvería a rescatarlos como socios preferentes porque serían necesarios e imprescindibles, no sólo para permanecer en el poder, sino para seguir adelante con su gobierno frentista.

Este es un motivo fundamental, aunque no el único, para volver a castigar contundentemente a Sánchez en las urnas el próximo 23 de julio y echarle de la Moncloa. Se lo debemos a la Memoria de las víctimas del terrorismo, a toda la sociedad española que sufrió el drama de ETA durante más de cincuenta años y al futuro de España, que no puede estar en manos de los herederos políticos de la banda terrorista por mor de un Presidente del Gobierno que, con tal de permanecer en el poder, está dispuesto a seguir contando con ellos en la gobernabilidad de España y, si fuera el caso, en la del País Vasco y Navarra, con todo lo que eso conllevaría.

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