Conviene guardar en la memoria lo que dijo el delegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Francisco Martín, sobre Bildu, el partido que encarna la continuidad política de la banda terrorista ETA, porque ya se ha puesto en marcha la maquinaria socialista para manipular y emborronar las terribles declaraciones de ese individuo, de la absoluta confianza de Pedro Sánchez y Félix Bolaños.
Martín afirmó que Bildu, el partido con candidatos asesinos y de amplio recorrido delictivo, ha contribuido a salvar "miles y miles de vidas de ciudadanos españoles" durante la pandemia por su apoyo al Gobierno. Y no sólo eso, sino que también habría contribuido a "dignificar la vida de millones de pensionistas españoles" y "a mejorar las condiciones laborales de millones de ciudadanos y ciudadanas de nuestro país".
Este alto cargo dijo lo que dijo a conciencia, con pleno convencimiento, afectado por una expresión de hondo y patriótico agradecimiento a los herederos de los que asesinaron a casi mil personas y mientras reprochaba a los "patrioteros de pulsera", en alusión al PP y a Vox, que no hubieran estado a la altura de las circunstancias durante los últimos años.
Ni siquiera es cierto, como trata de hacernos creer Martín, que Bildu apoyara las medidas del Gobierno durante la pandemia. El partido proetarra se abstenía mientras los "patriotas de pulsera" del PP daban su apoyo a cinco decretos relativos a los estados de alarma. Pero ese detalle empalidece ante la vileza extrema de este Martín, capaz de atribuir sin sonrojo a los verdugos desde la salvación de miles de vidas hasta el pago de las pensiones.
Por desgracia, la suya no es una opinión aislada en el PSOE y en el Gobierno, donde quienes representan el espíritu de la ETA gozan de gran estima y reconocimiento. De ahí, por ejemplo, que Sánchez expresara sus condolencias en el Congreso por el suicidio de un terrorista en prisión. En cambio, los agentes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado muertos en acto de servicio no gozan de tal distinción póstuma.
Lo que dijo Martín es lo que se dice en el PSOE para tratar de tapar los extraordinarios beneficios penitenciarios que disfrutan los asesinos de ETA tras haber pactado el Gobierno con sus representantes y traspasado el control de las cárceles en el País Vasco a la administración autonómica. Igual que en Cataluña, donde los golpistas eran carceleros de los golpistas hasta la concesión de los indultos.
El pacto incluye el blanqueamiento de la banda terrorista y de su brazo político, el falseamiento absoluto de nuestra historia más reciente, silenciar de nuevo a las víctimas, banalizar el terrorismo nacionalista vasco en los medios y ensalzar a Bildu en los discursos y en la práctica política.
El problema para el PSOE es que Martín lo ha vomitado crudo y la estampa es de una indignidad cuya dimensión catastrófica crece conforme pasan las horas y erosiona las opciones electorales de Sánchez. Cuestionar, como se ha pretendido, la legitimidad de los pactos entre el PP y Vox introduciendo en la ecuación un elogio al acuerdo de Sánchez con Bildu no sólo es un error moral y político, sino también estratégico. Si Martín cesa del cargo responderá más a la necedad que a la inmoralidad. Y si tal cosa ocurriera, habría que ver cómo explica Sánchez o alguien de su gabinete que estamos ante su quinto delegado del Gobierno en Madrid. Claro que para este Gobierno lo normal es nombrar tres directores generales de la Guardia Civil como mínimo en cada legislatura.
El Gobierno está en caída libre, presa de los nervios inducidos por Sánchez, atenazado por la furia destructiva del presidente, rodeado por un círculo cada vez más estrecho de fieles, ese del que Martín ha formado parte. Es obligado pedir una rectificación en toda regla, un desagravio para las víctimas de esos "salvavidas" y "salvapatrias" del tiro en la nuca cuya apología se hace ahora en la Moncloa y sus aledaños. Pero no hay que llamarse a engaño. El sanchismo ya ha empezado a borrar las huellas, en este caso declaraciones, de Martín. En cuestión de días, no habrá un solo dirigente socialista que admita que uno de los suyos hiciera semejantes consideraciones. No hay más que ver el entusiasmo con el que al poco rato Juan Lobato mentía ante la prensa en relación a las declaraciones de su correligionario.
Es una obligación moral y política responder al agravio convirtiendo las palabras de Martín en el epitafio del Gobierno y del partido de Pedro Sánchez con una movilización electoral sin precedentes. Los españoles no se merecen esos insultos ni seguir un minuto más gobernados por quienes jalean a quienes han sido sus verdugos. Lo de Martín no es la gota que colma un vaso lleno de leyes disparatadas y medidas absurdas y contraproducentes por parte del Gobierno, sino un diluvio de oprobio.