
Pedro Sánchez lleva dos semanas visitando platós de televisión y estudios de radio, intentando desmontar el concepto de "sanchismo" que se ha acuñado con éxito y que, según el afectado, se debe a la mentira y a la manipulación de lo que llama poderes políticos económicos, y mediáticos que, según Sánchez, están al servicio de la derecha.
Esta estrategia de Sánchez, después del varapalo sufrido por él y por lo que queda de su partido en las elecciones municipales y autonómicas, denota claramente que está a la defensiva y, sobre todo, que no ha sido capaz de asimilar y de aceptar la razón de fondo por la que perdió el 28-M y muy probablemente vuelva a ser derrotado dentro de diecinueve días.
¿Cuál es esa razón? Pues que Sánchez despierta un rechazo, una antipatía, un distanciamiento de su persona, de una parte, muy importante de ciudadanos, que han acabado hartos, después de estos cinco años, de eso que ha venido en denominarse el sanchismo y que tanto preocupa a su titular. Sánchez no quiere admitir que el sanchismo es él y solo él, y que por lo tanto cuando desaparezca del panorama político, se acabará esa etiqueta que tanto éxito ha tenido en la opinión pública y que tanto le molesta.
Con un afán pedagógico y para ayudar al todavía Presidente a entender de qué estamos hablando, pongamos algunos ejemplos. Sanchismo es pactar con los enemigos de España, Bildu y ERC principalmente, para permanecer en el poder, en lugar de intentar llegar a acuerdos con el otro gran partido nacional. Sanchismo es indultar a los políticos catalanes independentistas que intentaron dar un golpe de Estado en 2017; sanchismo es suprimir el delito de sedición del Código Penal y rebajar las penas por malversación, para contentar a los de ERC y que le sigan apoyando en el Congreso; sanchismo es acercar a todos los presos de ETA a cárceles del País Vasco, porque fue una exigencia de Bildu para seguir apoyándole, al igual que la salida de la Guardia Civil de Tráfico de Navarra.
Sanchismo es aprobar en el Consejo de Ministros y en el Congreso de los Diputados un bodrio de ley como la del "sí es sí", que propició la reducción de penas o la salida de la cárcel de cientos de violadores, no cesando a su impulsora, la ministra de Igualdad, y tardar seis meses en modificarla. Sanchismo es nombrar Fiscal General del Estado a quien hasta anteayer era la Ministra de Justicia de su Gobierno. Sanchismo es el asalto y el control de Instituciones del Estado, como el Tribunal Constitucional, RTVE o el CIS. Sanchismo es tener un gobierno de coalición que más parece un gallinero, por las broncas y las descalificaciones continuas entre las dos partes del ejecutivo: la socialista y la podemita, sin que su presidente ponga orden para evitar ese desgobierno.
Sanchismo es ignorar absolutamente al principal partido de la oposición y a su líder, en cuestiones de Estado, como, por ejemplo, la recién estrenada Presidencia de España de la Unión Europea durante este semestre. Sanchismo es convertir a su partido en un instrumento totalmente sometido a sus intereses, sin el más mínimo atisbo de crítica o de debate interno.
Si el señor del sanchismo piensa que con culpar a la derecha política, económica y mediática de todos sus males y de haber inventado ese término para descalificarle, es que no ha entendido nada de lo que está pasando en España. La gente está harta de esta forma tan personal y sectaria de ejercer el poder y quiere que se vuelva a recuperar la estabilidad política, institucional y social, donde prime la búsqueda del bien común, de la libertad, de la igualdad ante la ley; donde se vuelva a recuperar el espíritu de la transición, de la Constitución del 78, que hizo posible la reconciliación entre españoles, que este señor, siguiendo la estela de Zapatero, ha querido liquidar en estos últimos cinco años.
En resumen, el sanchismo eres tú, Pedro Sánchez, y quedan pocos días para que esta etapa negra de nuestra historia reciente llegue a su fin. Otra cosa será, como dice Feijóo, "derogar el sanchismo", una tarea muy necesaria y que es de esperar que el candidato del PP a la Presidencia del Gobierno lleve a cabo tal y como se ha comprometido.
