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La pedrea lingüística

Todos los Tribunales de España han sentenciado docenas de veces tal derecho sin que jamás se haya cumplido.

Todos los Tribunales de España han sentenciado docenas de veces tal derecho sin que jamás se haya cumplido.
Alberto Núñez Feijóo. | Europa Press

Cuando una mentira se cuenta muchas veces acaba perdiendo fuerza para convertirse en un cuento. No sean mal pensados, no me refiero al Calimero de la Moncloa, sino al cuento de las lenguas propias como medios para excluir derechos y construir naciones.

Parece que el PP de Alberto Núñez Feijóo pretende garantizar una enseñanza donde la lengua común española pueda ser también lengua vehicular. Es decir, que además de aprenderla, sea lengua docente, sirva para enseñar con ella el resto de conocimientos. Me tiento la ropa.

Vamos a ver, si la lengua española o castellano ya es oficial a todos los efectos. Lo subraya el Art.3.1 de la propia Constitución: "El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla". Y todos los Tribunales de España han sentenciado docenas de veces tal derecho sin que jamás se haya cumplido. O sea, siempre ha sido vehicular, pero en algunas comunidades autónomas se ha impedido. Y sigue impidiéndose. Políticamente. Y la tímida incursión de Feijóo no da garantías.

La historia de ese tocomocho tiene los mismos años que la propia democracia. Nos han prometido, mentido, acosado moralmente, nos han engañado. Siempre. Que si la lengua perseguida, que si la normalización de la lengua, que si la inmersión lingüística, que si lengua vehicular, que si atención individualizada, que si porcentajes, que si la lengua propia, que si la ecología lingüística, que la lengua de un país petit, que si lengua imperialista, que si el 25% no, porque yo lo valgo… ¡Al carajo!

El problema no está en lenguas fuertes y débiles, porcentajes o lenguas propias, imperialistas o colonizados, el problema es de democracia. Y en España, en cuestiones lingüistas no hay democracia. Aquí se quiebra el derecho a la ciudadanía y se rompe la igualdad entre iguales. Es una estafa, intelectual y política. En nombre de la debilidad de una lengua se quiebran los derechos lingüísticos de ciudadanos reales. Es hora de acabar con el tocomocho. Y para empezar, sería bueno terminar con toda la casquería intelectual que lo sustenta.

La diversidad lingüística no es buena en sí misma. En realidad, puede convertirse en un problema para los fines que toda lengua ha de poseer, la comunicación. Si en España no tuviéramos una lengua común, la comunicación entre españoles sería más difícil y costosa. De hecho, las lenguas regionales como la versión batúa del euskera y el catalán de Pompeu Fabra son constructos de otras lenguas y dialectos unificados para tener una comunicación más eficaz. Como todas las lenguas que han sobrevivido. Ese sentido práctico de la vida lo vemos en la aceptación universal del sistema métrico decimal, conducir por la derecha (la mayoría) o en el empeño de unificar cargadores, enchufes eléctricos, y modelos cada vez más universales en nuestros sistemas digitales. Las lenguas no son la casa del ser, y si lo fueran, todos tendríamos derecho a tener nuestra propia casa.

Es hora que nuestro futuro gobierno no nos engatuse de nuevo con eufemismos tan manoseados. Y por lo que vemos, solo la presión de Vox en aquellas comunidades que han entrado en el gobierno del PP (Baleares y Valencia) se han dejado por escrito principios tan democráticos como "libertad lingüística". Que el PP tome nota sin necesidad de que Vox le obligue. El bilingüismo cordial es una aptitud, lo que el ciudadano quiere son derechos, respeto a sus derechos. Y a todas las lenguas, pero también a la lengua común de todos los españoles. Y esos derechos se llaman libertad lingüística, para que cada familia, cada estudiante, cada ciudadano pueda elegir la lengua en que quiera estudiar, parcial o totalmente. Pero esa decisión es suya, no la de políticos nacionalistas que han convertido la lengua en un salvoconducto nacionalista para monopolizar el poder.

PD: No es un cabreo momentáneo, es una herida que arrastramos hace décadas. "Un día habremos de levantarnos en lenguas", dejé por escrito este hartazgo el pasado Octubre. Previsiblemente, el próximo gobierno de Núñez Feijóo tiene la oportunidad de acabar con esa lacra democrática. O ser cómplice. No le daremos 100 días, llevamos esperando cuatro décadas.

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