
Ojo con Cataluña. Lo que va a pasar allí el domingo tiene toda la pinta de que puede ser histórico. Y es que el independentismo, en todas sus variantes además, amenaza con desmoronarse, literalmente. El empate entre las dos obediencias nacionales que por norma se repite en las votaciones, esta vez cabe que se deshaga, y de modo abrupto, a favor de los leales a España. Con toda probabilidad, asistimos a las vísperas del mayor batacazo en las urnas del nacionalismo catalán desde el inicio mismo de la Transición. Como decía la letra de aquella canción de Serrat, el domingo puede ser un gran día. Por lo demás, las razones que avalan ese futurible tan gozoso son múltiples.
La primera de todas ellas, la abstención. Resulta que la facción más hiperventilada del procesismo, la de los locos y las locas de la colina que se quedaron colgados emocionalmente en el 1 de Octubre, anda en campaña activa a favor de no acudir a las urnas para que se chinche España. Y son muchos, muchos más de los que podrían caber en la imaginación de una persona equilibrada que habite extramuros del manicomio catalán. Esa tropa de chiflados y chifladas tiene a Junqueras por un traidor a la pàtria; a sus extraviados ojos, encarna poco menos que a agente infiltrado del CNI a sueldo de Madrit. E insisto, son muchos.
Y después están, no menos absurdas, las campañas respectivas de Junts y de ERC, a cada cual más contraproducente para sus propios intereses. Así, los de Puigdemont basan la suya en garantizar que votarles sería inútil, toda vez que no apoyarán ninguna investidura en las Cortes. Pero más idiota todavía resulta la de la Esquerra, que anima de modo implícito el voto útil al PSC con el argumento de que vienen los nacionales, con el general Yagüe al frente del Tercio y los regulares de África, para tomar Barcelona por las armas. La mitad de los separatistas se quedarán en casa y la otra mitad, pués, votarán al PSC entre grandes temblores compulsivos. Va a ser de traca.
