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El error de las encuestas y el error de Feijóo

En España el traspaso entre bloques es poco menos que una utopía. Casi siempre lo ha sido y probablemente aún lo es más ahora.

En España el traspaso entre bloques es poco menos que una utopía. Casi siempre lo ha sido y probablemente aún lo es más ahora.
Alberto Núnez Feijóo ejerce su derecho al voto para las elecciones generales en el colegio Ramiro de Maeztu de Madrid. | EFE

Como ya contaba en el vídeo que grabé y publicamos en la tristísima noche del domingo, las encuestas han fracasado estrepitosamente en esta campaña y lo han hecho prácticamente todas y en todo, pero hay un dato que creo que ha tenido una relevancia especial en el resultado final: la cifra de votantes socialistas que decía que iban a pasarse al PP.

Se calculaba, y créanme que lo he visto en muchos sondeos, que unas 800.000 personas que en 2019 votaron por Sánchez ahora lo harían por Feijóo. La realidad, lo explicaba ayer Andrés Medina de Metroscopia en una entrevista con Luis Herrero, es que fueron muchos menos: unos 300.000.

Por supuesto, no es que esos votos hayan sido los que faltaban para la mayoría absoluta –que por ahí andará la cosa, dicho sea de paso– sino que esa expectativa puede haber sido uno de los motivos de una campaña que no ha sido buena y que no ha estado bien enfocada.

Porque muchas de las cosas que ha dicho el PP y alguna de las que ha comentado Feijóo, como la forma en la que ha insistido en que le gustaría firmar acuerdos de Estado con el PSOE que este martes criticaba Aguirre, parecen pensados para seguir profundizado en ese supuesto caladero de votos a su izquierda y quizá, dada la situación, debería haber intentado pescar más en el que está a su derecha.

Y es que el resultado electoral confirma lo que algunos hemos pensado durante mucho tiempo, aunque esos sondeos nos hicieron llegar a la conclusión de que igual nos equivocábamos: en España el traspaso entre bloques es poco menos que una utopía. Casi siempre lo ha sido y probablemente aún lo es más ahora: quizá el momento de mayor polarización desde la llegada de la democracia.

Obnubilado –como lo estábamos todos, eso hay que reconocerlo– por la demoscopia, Feijóo ha desestimado el espacio en el que quizá sí había más posibilidad de crecer: el electorado de Vox, buena parte el cual, al fin y al cabo, en su día fue del PP. No me malinterpreten: no estoy pidiendo que los populares insultasen a Vox como hacía la anterior dirección del partido, sino que se asumiese de una forma más vigorosa la parte del ideario de los de Abascal que es razonable, es compartida por la inmensa mayoría de los votantes del centro derecha y, sobre todo, es vital para doblegar intelectualmente a la izquierda. Ni más ni menos que lo que hace Isabel Díaz Ayuso en Madrid y le ha llevado a dos resultados electorales espectaculares en dos años.

Me dirán ustedes que quitándole votos y escaños a Vox se hace imposible la mayoría de la derecha, pero lo cierto es que nuestro sistema electoral prima sobre todo a los dos partidos mayoritarios y todavía más al primero si logra una distancia significativa sobre el segundo. Visto lo visto, ese camino me parece más seguro para obtener el único resultado que me importa: desalojar a Sánchez de Moncloa.

Sí, quizá esto es injusto para Vox, pero también ha sido injusto lo que ha pasado con Ciudadanos y antes lo fue la triste muerte de UPYD. Miren, les voy a decir una gran verdad: ni la vida ni mucho menos la política son justas y, a tenor de lo ocurrido este domingo, si queremos que Sánchez no regale España y nuestro futuro por un puñado de diputados igual tenemos que hacer algo.

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