
La maquinaria propagandística del PSOE es de una eficacia aplastante, como se pudo comprobar tras las pasadas elecciones municipales en Barcelona. El candidato de Puigdemont ganó las elecciones en votos y concejales, pero gobierna el socialista Collboni, segundo, gracias a los votos del PP, quinto, y de los comunes de Colau, terceros. En las semanas previas a la constitución del consistorio condal, los voceros del PSOE se hartaron de decir y publicar que Feijóo iba a apoyar al candidato de Puigdemont, Xavier Trias, al que tachaban sin recato de semoviente separatista. Durante aquellos días, parte de la opinión pública llegó al convencimiento de que el líder gallego del PP era un tipo sin principios y un mentiroso patológico dispuesto a pactar con el terrible golpista. Al final, el PP apoyó a los socialistas sin contrapartida alguna.
La eficacia de ese tipo de propaganda es tan acusada que afecta de manera particular a los dirigentes del PP. He ahí el caso del vicesecretario de Coordinación Autonómica y Local de la formación conservadora, Pedro Rollán, que alimentó los infundios socialistas con unas declaraciones en las que se mostraba dispuesto a hablar con el partido de Puigdemont "siempre que estén en el marco de la Constitución española". Tan desacertadas palabras se explican perfectamente a la luz de la desinformación que propaga el PSOE a través de sus extensiones mediáticas. Y son las que dan pie y palanca al bombardeo de insidias contra Feijóo y los populares relativas a su ausencia de escrúpulos mientras son los socialistas quienes negocian con el trío compuesto por Puigdemont, Junqueras y Otegi para facilitar la tercera investidura de Pedro Sánchez.
El inquilino de la Moncloa tiene tan por la mano la situación política que se ha permitido unas vacaciones en Marruecos en plenas negociaciones para la formación de la mesa del Congreso y su propia reelección. El contexto es la cesión del Sáhara, la intervención de su móvil y el de los ministros de Interior, Defensa y Agricultura, la matanza de la valla de Melilla a cargo de la gendarmería de Mohamed, la competencia desleal con los agricultores y pescadores españoles, la arribada masiva de pateras y las amenazas sobre la soberanía de Ceuta, Melilla y las Canarias. A cualquier otro líder político unas vacaciones "privadas" como las de Sánchez le costarían el cargo, pero los voceros del sanchismo han encontrado el antídoto para el viaje a Marruecos. A tal efecto recuerdan las críticas de la derecha cuando Sánchez decidió no girar su primer viaje oficial como primer ministro a Marruecos, cual es costumbre. ¿En qué quedamos entonces? replican los papagayos de Sánchez a sus atónitos interlocutores cuando estos censuran el atípico, por decirlo de algún modo, desplazamiento veraniego.
Tienen respuesta para todo. ¿Los pactos con Otegi? Ellos acabaron con ETA. ¿Los contactos con Puigdemont? Cataluña vuelve a ser un oasis. ¿La inflación? La guerra en Ucrania. Y así, ad nauseam. Mentiras y más mentiras, mientras acusan a la "derecha extrema" y la "extrema derecha" hasta de los crímenes contra las mujeres. Sin pudor alguno, bulo tras bulo.
