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Es un linchamiento cobarde e indecente

La peor dictadura es esa invisible que ejerce la masa lerda, anónima y fanática cuando consigue imponer la espiral del silencio en las teóricas democracias.

La peor dictadura es esa invisible que ejerce la masa lerda, anónima y fanática cuando consigue imponer la espiral del silencio en las teóricas democracias.
El presidente de la RFEF, Luis Rubiales, en la asamblea en la que ha comunicado que no dimitirá. | Imagen de vídeo

Vaya por Dios. Resulta que en un mundillo tan refinado como el del fútbol profesional y sus aledaños, donde lo común es que directivos, jugadores y hasta analistas especializados resulten ser lectores de la poesía intimista de Kavafis y devotos del cine existencial de Bergman, se coló un hortera de bolera que le dio un pico a la Jenni. Donde menos se espera, salta la liebre. Aquí, la difunta Irene Montero puso a mil violadores en la calle por sus santos ovarios, y el alcalde de Londres, el Financial Times, las mujeres de la ONU, la OTAN (¿se ha pronunciado ya la OTAN?) y nuestras monjas progres, tanto las del nuevo feminismo guerrasexista como las de la prensa biempensante, no dijeron esta boca es mía. Ni mu. Todas y todos callados como muertos.

Ahora bien, se rasca los huevos Rubiales, y a punto estamos de que se proclame la Tercera Guerra Mundial. Así, desde Pedro Sánchez y Yolanda Díaz hasta el último mono asustado de las tertulias, parece que España entera se haya puesto de acuerdo en que el hortera debe ser condenado sin antes andar perdiendo el tiempo concediéndole el derecho a un juicio justo. Un delito contra la libertad sexual es algo muy serio sobre lo que no cabe frivolizar. Si el padre de familia Luis Rubiales, en efecto, procedió de forma premeditada a consumar, rodeado por miles de personas y ante las cámaras de las televisiones del mundo entero, el irrefrenable deseo erótico no correspondido que sentía hacia la señora Hermoso, pasión sexual que se habría materializado durante la fracción de segundo que duró el pico, todo el peso del Código Penal debería caer sobre su patológica y despreciable figura.

Pero si, tal como indica el simple sentido común, la hipótesis de trabajo anterior remitiera a una inverosímil majadería, entonces estaríamos asistiendo, y con los brazos hipócritamente cruzados, a un genuino linchamiento tan cobarde como indecente. La peor dictadura no es la de los tiranos totalitarios con mando absoluto sobre vidas y haciendas, sino esa invisible que ejerce la masa lerda, anónima y fanática cuando consigue imponer la espiral del silencio en las teóricas democracias. Sí, es un linchamiento cobarde e indecente.

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