Tal y como era previsible, la visita servil, infame y tal vez delictiva (articulo 408 del CP) de la vicepresidenta del Gobierno al golpista prófugo de la Justicia, Carles Puigdemont, sólo ha servido para envalentonar al líder de Junts, quien no sólo ha reiterado solemnemente este martes sus inconstitucionales y maximalistas reivindicaciones en pro de la amnistía y de un referéndum vinculante de autodeterminación en Cataluña, sino que ha llegado al delirante extremo de exigir, como condición sine qua non para negociar la investidura de Sánchez, que el Gobierno en funciones presente previamente el proyecto de Ley en pro de la amnistía en las próximas semanas.
Si tenemos presente que un gobierno en situación de interinidad no puede presentar proyectos de ley —ni siquiera aun cuando fuesen de impecable constitucionalidad— podríamos considerar que Puigdemont ha abierto un resquicio a la posibilidad de una repetición electoral. Sin embargo, teniendo presente también la absoluta carencia de escrúpulos de Sánchez, no hay que descartar que su Ejecutivo trate de alguna forma de burlar el articulo 21 de la Ley 50/1997 —la que establece las limitaciones de un Gobierno en funciones—, con tal de evitar una repetición electoral. Lo que es evidente es que la exigencia de Puigdemont es ahora una doble ilegalidad: tanto por lo que pretende como por el momento en que lo quiere.
Bien es cierto también que el partido de Puigdemont en próximos días podría relajar algo la premura con la que exige que el Gobierno de Sánchez/Conde-Pumpido le facilite la amnistía, un poco en la línea de lo que le aconsejó en su día su correligionario Artur Mas cuando, por temor a una repetición electoral, le pidió ser "exigente pero no intransigente". A este respecto, tampoco es descartable que Otegi y Junqueras medien para convencerle de que lo que se trata es de exprimir, no hacer imposible, la enorme oportunidad histórica que les brinda el nihilista de Pedro Sánchez.
Veremos qué sucede ahora. Sánchez guarda un silencio tan infame como clamoroso. En cualquier caso, hay que congratularse que el desnortado líder del PP, Alberto Nuñez Feijóo, haya entendido, por fin, que no tiene nada que negociar con los golpistas de Junts. Eso, por no hablar del encomiable y respetuoso entendimiento mutuo que se han dispensado Feijóo y Abascal durante su encuentro de cara a la seguramente fallida investidura del líder del PP. En este sentido, la responsable decisión de Feijóo de presentarse a la investidura, aun siendo fallida, permitirá poner el reloj en marcha de cara a una repetición electoral, dejando poco tiempo de maniobra a Sánchez para recabar apoyos para la suya.
En cualquier caso, hay que estar preparados para lo peor, que no es una repetición electoral facilitada por la premura e intransigencia de Puigdemont, sino la continuidad de Sánchez en comandita con los separatistas.

