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Javier Somalo

Crónicas de la España podrida

Cuando se tacha de golpista al que denuncia el golpismo estamos ya en una peligrosa fase de reafirmación autoritaria que recuerda al chavismo.

Cuando se tacha de golpista al que denuncia el golpismo estamos ya en una peligrosa fase de reafirmación autoritaria que recuerda al chavismo.
Cordon Press

Aunque el PSOE es como David Copperfield, que tiene el poder de hacer desaparecer cosas por enormes que sean, como la secesión, el artículo 472 del Código Penal dice así:

Son reos del delito de rebelión los que se alzaren violenta y públicamente para cualquiera de los fines siguientes:

1. Derogar, suspender o modificar total o parcialmente la Constitución.

2. Destituir o despojar en todo o en parte de sus prerrogativas y facultades al Rey o Reina o al Regente o miembros de la Regencia, u obligarles a ejecutar un acto contrario a su voluntad.

3. Impedir la libre celebración de elecciones para cargos públicos.

4. Disolver las Cortes Generales, el Congreso de los Diputados, el Senado o cualquier Asamblea Legislativa de una Comunidad Autónoma, impedir que se reúnan, deliberen o resuelvan, arrancarles alguna resolución o sustraerles alguna de sus atribuciones o competencias.

5. Declarar la independencia de una parte del territorio nacional.

6. Sustituir por otro el Gobierno de la Nación o el Consejo de Gobierno de una Comunidad Autónoma, o usar o ejercer por sí o despojar al Gobierno o Consejo de Gobierno de una Comunidad Autónoma, o a cualquiera de sus miembros de sus facultades, o impedirles o coartarles su libre ejercicio, u obligar a cualquiera de ellos a ejecutar actos contrarios a su voluntad.

7. Sustraer cualquier clase de fuerza armada a la obediencia del Gobierno.

No veo a José María Aznar por ninguna parte. Pero le acusan desde el Gobierno de golpista y de alentar una rebelión. Sí aparecen, sin embargo, otros nombres conocidos. Se les ve en casi todos los supuestos que aborda ese artículo 472 del Código Penal, nítidamente en los puntos 5 y 6 pero deseosos de hacer un pleno. Están en funciones, gobernando o apoyando al Gobierno, y quieren seguir en el poder pero necesitan a uno más, siete partidos, para que eso suceda: PSOE (121), Sumar (31), ERC (7), EH Bildu (6), BNG (1), PNV (5) y Junts (7). El precio es violar sin consecuencias este artículo y convertirse en lo que ellos mismos han proyectado en Aznar.

El ganador de las elecciones, en cambio, sólo necesita 4 escaños después de pactos con tres formaciones. La suma de los votos del PP (137), Vox (33), UPN (1) y CC (1) se queda en 172. Además, ninguno de los partidos necesarios en este caso plantea problemas de orden constitucional ni reclama exigencias incompatibles con el Estado de Derecho. Por eso era lógico que el Rey le encargara formar Gobierno.

Un prófugo catalán, el personaje necesario para que Pedro Sánchez, y no Alberto Núñez Feijóo, sea presidente dice lo siguiente:

España está podrida en sus cimientos y las órdenes del rey de ir a por todos nosotros siguen intactas. El "¡a por ellos!" guía la política. La justicia y la información y la verdad importan muy poco.

Sánchez prometió traerlo a España para ser juzgado por el golpe del 1 de octubre. Luego indultó a casi todos los que lo perpetraron y ahora sólo alcanza a prometer que traerá al prófugo para que le permita gobernar con su imprescindible voto. España podrida, sin lugar a duda. Lo está gracias al estiércol separatista paleado por el socialismo que hizo germinar un hongo con ínfulas, un personaje sin valía y sin valor, paleto mediocre entre los mediocres y que cree tener nuestro destino en sus manos porque así se lo han hecho creer los que cobran de nuestros impuestos. Carles Puigdemont no puede insultar a España. Ni pisarla con las manos separadas.

Así las cosas, el PP ha decidido denunciar lo que se nos viene encima convocando una concentración, una protesta o un "acto de partido": Madrid, Avenida de Felipe II, 24 de septiembre, de momento. Le afean que lo haga cuando ni siquiera se ha celebrado la investidura que toca, salga o no. Pero el mero hecho de que el Gobierno —no tal o cual partido— esté usando su condición interina para apañar pactos que tienen como precio el desarme completo del Estado de Derecho merece una manifestación diaria. O cien. E invitando a todos los partidos sin miedo a fotos o a piquitos. Porque los pactos que pergeña el Gobierno de Pedro Sánchez son golpistas, contra el Rey, contra el orden, contra la moral y contra la razón. Los posibles socios lo reconocen y presumen de ello cada día. ¿Dónde está la rebelión? En el Gobierno de la España podrida. Así de grave.

Cuando se tacha de golpista al que denuncia el golpismo —es lo que sucedió tras unas declaraciones de Aznar— estamos ya en una peligrosa fase de reafirmación autoritaria que recuerda al chavismo. O se rechaza o se sufre.

La segunda expulsión de Nicolás Redondo

El País, Juan Luis Cebrián y el PSOE recuerdan muy bien lo que pasó en 2001 cuando Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros se dieron la mano usando de lazo la de Fernando Savater. Aquello representaba el fin de la era nacionalista, la peor noticia para los enemigos de la democracia criminalmente juramentados en Estella, socios todos ellos del PSOE de Sánchez años después.

Merece la pena recordar cómo dijo sentirse por entonces Redondo Terreros: "Como un jabalí al que los perros muerden las patas". Perseguido por las ondas de la SER y las páginas de El País con "El discurso del método" de Janli que lo sacó del PSE en una época en la que caían concejales, policías, militares y civiles a manos de ETA, hoy ETAsuna, apoyo del PSOE en La Moncloa. Como recuerda en estas páginas Cayetano González, Felipe González encendió aquella chispa y hasta se permitió corregir al secretario general vasco en un mitin en Baracaldo: el PNV era un partido amigo. Felipe González lamenta hoy lo de Nicolás. Ya sólo falta que se sume Cebrián. Si aquí la memoria sólo sirve para hacer leyes contra la historia…

Según cuenta El Mundo, Redondo se enteró de la expulsión mientras comía con Aznar y Joaquín Leguina, otro expulsado por el PSOE hace apenas un año por elogiar a Isabel Díaz Ayuso. La primera purga le llegó a Redondo estando con Enrique Múgica y también con Aznar.

No hay PSOE bueno, sí algunos socialistas buenos. Pero los expulsan. En la España podrida, Aznar es un golpista y se echa dos veces a Nicolás Redondo.

La amenaza más seria de la democracia española bien merecería un acto de protesta a la altura del asco que sienten millones de españoles —no empecemos con que también hay que invitar a los socialistas descontentos, que, si los hubiera, ya irán— ante la posibilidad de un gobierno de demolición.

El hecho de que la inestabilidad se produzca en periodo de consultas añade un peligro que sólo sabe manejar la izquierda: Feijóo, Aznar y todo el que se acerque corre riesgo de ser trumpista y de estar tramando un asalto. Al tiempo.

Lo cierto es que es el PSOE el que más sabe de levantarse contra el orden legal si no está a su entero servicio. Si la derecha no se pone de acuerdo en denunciarlo será la España podrida la que nos hiele el corazón.

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