
La Nación, España, está casi muerta. Digo casi, sí; porque el simple nombre de España todavía puede mover voluntades e ideas para detener a su asesinos y cómplices. Quizá estemos asistiendo a la última representación de la Constitución del 78. Y eso lo saben bien, yo diría que demasiado bien, los políticos que han salido en su defensa. González, Guerra, Aznar y Rajoy, representantes prominentes de la casta política, han hecho declaraciones relevantes a favor de la democracia y contra el asalto final a la nación que, desde hace cinco años, llevan perpetrando Sánchez y sus socios nacionales y extranjeros. Está bien.
Pero el asunto es otro: ¿son creíbles las palabras de estos personajes? Claro que lo son. Entre otras razones, porque son cuatro individuos acobardados, o mejor dicho, son cobardes ante el presente y el futuro de España, e infinitamente cobardes a la hora de analizar sus culpas en el pasado para explicarnos de modo exacto qué está sucediendo ahora con la Nación. Son cuatro individuos hamtletianos. Los cuatro podrían repetir las palabras geniales que Shakespeare puso en boca de Hamlet: "The conscience doe make cowards of us all" (la conciencia nos hace a todos cobardes).
Al fin, esos cuatro políticos son conscientes de sus culpas, pero, al mismo tiempo, esa conciencia los detiene, los acobarda, para realizar acciones políticas que, sin duda alguna, los redimirían de sus miedos a la par que liberarían a millones de españoles de las cadenas del sanchismo-separatista. ¿Cómo salir de esa paradoja? Cien acciones se me ocurren en estos momentos para resolverla. Ellos conocen algunas mucho mejor que yo, por eso, precisamente, son políticos. Pero hay una muy sencilla, casi elemental, salgan los cuatro juntos y pidan perdón a los ciudadanos españoles. Digan con sinceridad y contrición: "Perdón, españoles, no fuimos conscientes del mal que le hacíamos España fiándonos de los separatistas. Les pedimos perdón, españoles, porque las concesiones a los separatistas han creado un cáncer político contra la democracia que se llama Zapatero-Sánchez".
Bastaría una declaración de ese tenor para que estos hombres no pasaran a la historia de la infamia nacional como los cuatro jinetes del apocalipsis de España. Sospecho que no lo harán. Allá ellos con sus conciencias, o sea con sus cobardías, pero a los de a pie, a quienes defendemos la nación, aún nos quedan recursos para detener a los asesinos de España. Hay uno muy especial, incluso ha sido muy alabado por los países más democráticos del mundo entero, recogido en la ponencia que discutió la Constitución de 1978 y, posteriormente, ratificada por referéndum. Sí, nuestra monarquía es la única en el mundo que fue votada en una Comisión Constitucional en el Congreso de los Diputados el 11 de mayo de 1978 y, más tarde, respaldada por más del 90 % de los españoles. Al Rey de España, al jefe del Estado, le sobra legitimidad para detener esta locura, porque es la única monarquía del mundo, repito, que fue aprobada en unas Cortes democráticas y ratificada mediante referéndum popular