
Tal vez convenga precisar para el lector, antes de entrar en el asunto central de este artículo, que Willi Münzenberg, "uno de los organizadores más poderosos del aparato del Komintern" —según relata Stephen Koch en El fin de la inocencia— fue encargado por Lenin para desempeñar "la tarea de manipular la opinión pública burguesa occidental", lo que hizo magistralmente, aunque tal vez por eso mismo fue depurado por Stalin y asesinado en 1940, compartiendo como uno de tantos el destino de los muchos purgados por su fidelidad al comunismo. No sugiero con esto que Joaquín Castellón, periodista de La Sexta, vaya a tener ese mismo destino, salvadas todas las distancias, en la España de Sánchez. Sencillamente, evoco a Münzenberg porque, sin duda, es el mejor precedente de esos comunicadores que, manipulando la realidad, sirven al poder establecido bien por convicción ideológica bien por dinero.
Rememorar al comunista alemán, con su paralelismo en el periodista español, viene a cuento por el papel que ha desempeñado Castellón a propósito de la noticia de la profanación de la tumba de Fernando Buesa en Vitoria. Los lectores sabrán que esa sepultura apareció embadurnada de mierda —"heces", dicen las crónicas en el melifluo lenguaje políticamente correcto—, así como pintadas de negro sus inscripciones, después de que el salvajismo se hubiera cebado el día anterior con el monolito que recuerda el asesinato por ETA de mi hermano y de Jorge Díez Elorza en el campus universitario de la capital alavesa.
¿La Sexta Explica? ¡¡¡NO!!!
— Mikel Buesa Blanco (@MikelBuesa) October 7, 2023
LA SEXTA MANIPULA CON INTENCIONALIDAD POLÍTICA.
El periodista Joaquín Castellón lo hace con un discurso de mi hermano Fernando Buesa. Véanlo.
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Para Castellón tal acontecimiento "indigna, enfada y, como vasco, mucho más". Sin embargo, prefiere no incomodar a sus espectadores mostrándoles imágenes del resultado de la profanación —palabra ésta que, por cierto, no emplea y prefiere sustituir por la de "vandalización", de manera incorrecta pues tal acto, según la RAE, alude a las destrucciones de bienes públicos, no privados— y, por ello, les muestra una fotografía de la sepultura perfectamente aseada. Pero dejémoslo estar porque lo relevante viene después. Así, tras afirmar creativamente que Bildu rechazó pero no condenó el hecho —pues el grupo municipal de Bildu se negó a condenarlo en el pleno del Ayuntamiento de Vitoria, lo que suscitó la intervención de Otegi rechazándolo, tal vez para hacer más digerible la postura de su partido—, se permitió atribuírselo a "algún malnacido", asegurando inmediatamente que "no se sabe quién ha sido". Esto último, siendo formalmente correcto, descontextualiza la noticia, pues como se ha informado profusamente en los medios vascos, la profanación siguió a varias semanas de lucha callejera —con cortes de tráfico, ataques a autobuses urbanos, manifestaciones no autorizadas y enfrentamientos con la Ertzaintza— protagonizados por Ernai, la organización juvenil de Sortu, el principal partido de la coalición EH Bildu. Así que Joaquín Castellón ha preferido que sus seguidores televisivos no se enteren de la posible conexión entre la mierda y el socio de Pedro Sánchez para la investidura. En esto, su comportamiento difiere radicalmente del de otros periodistas, como una lectura de la crónica de Josean Izarra en El Mundo evidencia con nitidez.
Y avancemos aún más, porque el ejercicio de manipulación y descontextualización de Castellón va muchísimo más lejos porque, tras afirmar que, aunque a Fernando Buesa "le callaron para siempre", "sus ideas también se han quedado para siempre", procede a mostrar un video falsificado en el que aparecen tres fragmentos, hilados entre sí y no diferenciados, como si hubiera continuidad entre ellos, del discurso que mi hermano pronunció en las Juntas Generales de Álava el 26 de julio de 1999. Señalaré los aspectos principales de esa manipulación.
En primer lugar, en ningún momento el periodista aclara que, con ese discurso, Fernando Buesa argumentó el apoyo que el Partido Socialista prestaba a la investidura de Ramón Rabanera, candidato del PP, como Diputado General de Álava. Al espectador se le hurta así el hecho relevante de que, al menos en el pasado, ha sido posible investir a una autoridad del PP con los votos del PSE; unos votos que se negaban al segmento nacionalista de la cámara provincial alavesa. Y se le negaban, precisamente, porque el PNV se había asociado con ETA y Herri Batasuna en el Pacto de Lizarra, lo que los socialistas de entonces consideraban inadmisible. ¿Qué mensaje podría derivarse de este hecho para los que ahora, con Sánchez, se dicen socialistas? Joaquín Castellón ha preferido no preguntárselo, tal vez para no perder su audiencia o tal vez porque, en el papel del Münzenberg revivido, ha preferido no inquietar a los que ostentan el poder.
Pero, Castellón va más lejos, pues de los tres fragmentos mencionados, dos aparecen completamente desdibujados. Son el primero y el tercero. En el que abre el video emitido en La Sexta Xplica, se recoge esta frase: "Hay que construir país, convivencia en paz y libertad, respeto por el pluralismo social y cultural". Pero al espectador se le hurta la afirmación que inmediatamente hizo mi hermano señalando que, con ello, se refería a un País Vasco "que forma parte integrante de España". Así, sin ningún aditivo federalista ni ninguna concesión nacionalista o independentista; porque, digámoslo, de una vez, Fernando Buesa no albergaba en su pensamiento político la idea de que, para favorecer la convivencia, son necesarias las cesiones a los nacionalistas, especialmente en el terreno ideológico —como, por cierto, ocurre ahora en un PSOE en tiempos de investidura—.
Si a alguno le sorprende esto, escuche bien el segundo fragmento del discurso en el que el montador de La Sexta reproduce un párrafo completo del mismo, sin ningún corte ni adición. Escuche porque comprobará que cuando Fernando Buesa aludía a "todos [los que] pueden expresar [sus sentimientos] con libertad", estaba hablando tanto de nacionalistas como de no nacionalistas. No sólo de los primeros, como, fuera de contexto, pudiera parecer.
Y llegamos así al tercer fragmento, en el que estalla el frenesí manipulador porque parece que Fernando Buesa es el autor de uno de los mantras más repetidos por el sanchismo. Dice así: "Paz con generosidad, pero sin precio político". Claro que mi hermano había aclarado previamente, en el mismo párrafo, lo que eso significaba: "renuncia a utilizar la violencia y el terrorismo, […] disolución de ETA y desaparición de la violencia callejera, […] justicia para las víctimas inocentes de tanta barbarie, […] reparación de los daños causados, […] libertad de defender cualquier pretensión política por procedimientos democráticos". Y añadía inmediatamente después que "la paz no requiere construir la Gran Euskal Herria. […] no necesita teorizar sobre hipotéticos conflictos o contenciosos de naturaleza política y raíz histórica, […] no necesita que vengan los del contencioso político a hablarnos de la soberanía, la territorialidad y el ámbito vasco de decisión".
Concluyo. La Sexta no "EXplica", La Sexta manipula. Y el oficiante de esa manipulación no es otro que Joaquín Castellón, quien se considera a sí mismo periodista, aunque conculque los más elementales principios del código deontológico del periodismo. Dejemos claro, por ello, que Fernando Buesa nunca defendió lo que ahora es el pan nuestro de cada día en el socialismo sanchista. Afortunadamente, tenemos recopilados sus discursos en las Juntas Generales de Álava, en la obra Nos queda la palabra…, editada por esa misma entidad. Y como nos queda la palabra, podemos recurrir a ella para denunciar estos ejercicios de impostura que recuerdan lo peor de las dictaduras.
