
La Guardia Urbana del Ayuntamiento que dirige el socialista Jaume Collboni cifró en cincuenta mil los participantes en la manifestación de Sociedad Civil Catalana (SCC) en contra de la amnistía y la autodeterminación. Visto así, la convocatoria fue un éxito descomunal que superó las expectativas de los organizadores. Y fue un éxito por mucho que se insista en que la protesta no servirá de nada. Si las entidades contrarias al independentismo recibieran los mismos fondos y atenciones que la ANC, Òmnium, los CDR, los municipios por la independencia, los castellers de Junqueras y los boletaires de Puigdemont, sus manifestaciones serían aplastantes, muy por encima de los inflados números de los que presumen los separatistas.
SCC, a diferencia de las organizaciones nacionalistas catalanas, no recibe ni un euro público al tiempo que es señalada por las administraciones públicas, insultada por los voceros públicos y de partido, tachada de "fascista" y "catalanófoba" entre otras lindezas. Sin embargo, aguanta y mantiene una cierta capacidad de convocatoria. Sacar a las calles de Barcelona a cincuenta mil personas, según la cifra oficial, ondeando banderas de España es una auténtica heroicidad, un gesto disruptivo, un acto enorme de coraje y una muestra emocionante de valentía. Luchar contra los elementos literalmente.
Socialistas, separatistas, equidistantes y blandengues ya han archivado la manifestación española de este domingo en Barcelona. La cifra aportada por la policía local controlada políticamente por el PSC les permite despachar el asunto casi sin despeinarse, aparentemente. Sánchez y Puigdemont pueden seguir a lo suyo. Sí, claro, seguro. Pero el independentismo tendría ahora mismo muchos problemas para llenar el paseo de Gracia mientras que los cincuenta mil en contra de la amnistía son el suelo del constitucionalismo en Cataluña. Ni cotiza que el PSC va a redoblar sus esfuerzos para acabar con la resistencia.
Hace diez años, cuando comenzó el proceso, las manifestaciones del 12 de Octubre o del Día de la Constitución estaban bien si congregaban a dos mil personas como mucho. De modo que estos cincuenta mil pueden ser medio millón o el millón del 8-O de 2017 si vienen peor dadas aún. De hecho, que tantos miles de personas no tengan reparos en salir a la calle en Cataluña a contracorriente debe ser terriblemente frustrante para los separatistas y para los socialistas, que han hecho todo lo posible durante los últimos años y décadas para que no quedara ni un solo ciudadano con conciencia de España en Cataluña. Y tras destinar medios ilimitados e ingentes esfuerzos no se han salido con la suya. Mira por donde todavía quedan familias, viejetes y chavales que no comulgan con el separatismo y que no tienen reparos en darse un homenaje nacional un domingo por la mañana en su ciudad. ¿Qué pasa?
Esos cincuenta mil del paseo de Gracia son un fallo del sistema, una extraña anomalía, una rareza, auténticos resistentes que son el obstáculo de momento insalvable entre los separatistas y sus sueños balcánicos. Las cosas van a ir a peor en Cataluña. Los separatistas van a mandar mucho más y en toda España. Y tratarán de que algo como lo de este pasado domingo en Barcelona no se repita. Contarán para ello con la inestimable colaboración del PSC, los comunes, la izquierda, los sindicatos y los funcionariados locales, comarcales y autonómicos. Y con las renuncias, ausencias y peleas del PP y Vox. Pero que a estas alturas se vean banderas de España en Barcelona dice muchas cosas. Cosas sobre la incompetencia de los líderes separatistas, sobre las traiciones de los gobiernos nacionales a los ciudadanos no nacionalistas, sobre la supervivencia de esa nación sin Estado en Cataluña que es España.
