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El PP se suma a la discapacidad política

Da la impresión de que, buscando ese Dorado que es el votante del PSOE bueno y la diferenciación con Vox a toda costa, el PP está olvidando quién es.

Da la impresión de que, buscando ese Dorado que es el votante del PSOE bueno y la diferenciación con Vox a toda costa, el PP está olvidando quién es.
El presidente del PP; Alberto Núñez Feijóo. | EFE

Se consumó este jueves en el pleno del Senado la reforma del artículo 49 de la Constitución, con el apoyo de todos los grupos salvo Vox. El término "disminuidos" se sustituye por "personas con discapacidad". Se colma así un ansiado deseo de las respectivas asociaciones, muy razonable, dicho sea de paso, porque disminuido huele un poco a naftalina y recuerda a cuando el NO-DO anunciaba a bombo y platillo el día del subnormal. Bienvenido sea el cambio si se trata de atender a sus demandas, pero, desgraciadamente, las palabras no son siempre tan poderosas como para transformar la realidad. Disminuido y discapacitado son eufemismos, de mayor o menor grado, que maquillan una realidad tozuda, dolorosa e inmutable: son gente con problemas. Y un cambio de término no cambia sus necesidades, problemas y vida. No han faltado a su cita con los micrófonos los políticos de turno, anunciando el ajuste gramatical como si se tratara de la resurrección de Lázaro. Disfrazar el gesto como panacea es una muestra más de cómo la política del humo y el barniz ha impregnado todo de tal forma que hasta se mercadea con la dignidad de los más desfavorecidos.

"Ensancha derechos y convierte a España en un país más igualitario", ha dicho el ministro Bustinduy. También se ha reformado el segundo punto del artículo, donde se define que "los poderes públicos (…) fomentarán la participación de sus organizaciones" y "atenderán particularmente las necesidades específicas de las mujeres y los menores con discapacidad". Antes, el artículo establecía una relación directa entre los poderes públicos y los discapacitados sin distinción. Ahora, en esa relación entre Estado y ciudadano se cuelan "sus organizaciones" y se prioriza a mujeres y menores. En cristiano: el gobierno de turno podrá elegir qué organizaciones participarán de las ayudas, convenios o subsidios que convengan, abriendo la puerta a un nuevo nido de chiringuitos y clientelismo según afinidades políticas. Alguno me acusará de hilar fino, pero es lo que uno aprende de nuestra política. En todo caso, se podría pasar por alto, buena fe mediante. Pero lo que resulta un desbarre mental de guardería –o de sinvergüenza, porque la buena fe no es infinita– es el final del artículo, priorizando a unos discapacitados sobre otros. Se discrimina dentro de un colectivo que ya está, por su naturaleza, discriminado. Un claro ejemplo de palabras que sí cambian realidades, pero no como decía el ministro: si lo de abajo te cuelga, serás el último de la fila cuando se repartan ayudas, trabajos o pisos.

No sorprende que el gobierno impulse esta reforma, dado su gusto por el maquillaje político y el hembrismo. Pero sorprende que el PP se haya prestado a ella. No se entiende su urgencia cuando la ley ELA, con verdadera aplicación práctica, sigue en el cajón cogiendo polvo. Cambiar una palabra para referirse a un colectivo es vital; gastarnos los cuartos en que vivan dignamente, no tanto. Para colmo, participan de un cambio que discrimina al hombre y –positivamente– a la mujer. ¿Es que los recientes nombramientos femeninos del núcleo duro de Feijóo no tienen nada que decir al respecto? La tónica reciente del PP es desconcertante. En espacio de días pasan de prometer una férrea batalla al gobierno a acordar reformas contraproducentes con él. Se enredan en estupideces, como ciscarse en el escudo del Senado al proponer un nuevo logo aséptico minimalista, y crean polémicas gratuitas, proponiendo el aumento de sueldo de los miembros de su mesa. Y días después, asoman los arrepentimientos, los actos de contrición, se multiplican las voces incómodas y se reconoce el error.

Da la impresión de que, buscando ese Dorado que es el votante del PSOE bueno y la diferenciación con Vox a toda costa, el PP está olvidando quién es. Tan obsesionados andan con acaparar el espacio "moderado y centrista" que construyen sus valores e ideología sin convicciones propias y sólo como reacción al otro. Y eso es muy peligroso porque el personal se barrunta que eres un bienqueda, una persona sin peso que sólo busca salir bien en la foto. Decía Feijóo estos días que la comparecencia de Vox a los comicios gallegos era un error y que no entendía muy bien "las cosas que están haciendo los señores de Vox". Quizás no lo entiende porque todo el mundo sabe qué esperar de todos los partidos salvo del suyo, que ha pasado de popular a pendular: apunta en una dirección u otra según el viento que sople en el momento. ¿Qué lógica cabe en excluir del debate televisado para las gallegas a un partido con el que gobiernas en otras comunidades, mientras incluyes a otros que tienen una estimación de voto similar? Llámenme ingenuo, pero quizás resulte más valioso agarrar el toro por los cuernos y defender unas ideas y valores sin mirar quién coincide con ellos. Conformar una mayoría serena que infunda credibilidad y seguridad, en lugar de la imagen de un líder y dirección acomplejados, diciendo una cosa y demostrando la contraria según se levante el día. ¿Tan escandaloso resulta compartir convicciones con un partido cuyo fundador militó en el tuyo?

Haría bien Feijóo en dar una vuelta a su estrategia, no vaya a naufragar en su tancredismo gallego. Y los hombres discapacitados, que se declaren mujeres, porque ya saben: no sólo las palabras cambian realidades, también los sentimientos.

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