
Si algo ha quedado claro en los casi tres meses que llevamos de legislatura es que el Pedro Sánchez renacido del 23J cree que ya no le hace falta aparentar: pisotea hemerotecas sin inmutarse a gran velocidad; deja cada vez más que le delaten su rostro y sus gestos (desde la huida a la carrera del último pleno hasta el rictus de disgusto ante preguntas que no le gustan), y es cada vez más transparente cuando habla. Quizás aún recuerden cuando hace años era noticia cualquier leve insinuación política sobre una sentencia; hoy la presión es abierta y constante, y en pocos meses y días hemos pasado de que los señalamientos fueran cosa de algún diputado separatista y algún ministro podemita a que el propio Sánchez desde Bruselas, en una especie de desafío a lo que vendrá, diga cuál es la verdad judicial.
Otra característica de lo que llevamos de legislatura es la rapidez del atropello: tras lo vivido en el pleno del martes, con el envío al limbo de la ley de amnistía, sonaron descabelladas las declaraciones de emergencia de Félix Bolaños apelando "a lo que todos entendemos por terrorismo" para desacreditar la investigación de García Castellón. Pero lo que parecía un disparate acabó convertido en el argumento central del Gobierno: el terrorismo es lo que "entendemos" la mayoría de españoles y "como todo el mundo sabe, el independentismo catalán" no lo es, dijo el presidente. "Así lo van a concluir los tribunales", llegó a decir un Sánchez erigido en juez en un tono altanero pasando la apisonadora a un tiempo sobre lo que dice el Código Penal, el más básico respeto a la separación de poderes y el necesario silencio ante el trabajo de un juez, diga lo que diga.
Dicen que ahora la estrategia para salir del embrollo puede ser una reforma del Código Penal (¿por qué no, si ya lo han hecho?) y así lo dejó caer poco después del discurso de Sánchez su declarado admirador José Luis Rodríguez Zapatero. "Tengo confianza en el estado de derecho y creo que entre la ley y muchos poderes públicos va a quedar claro; lo que ya era claro en la política tiene que quedar claro en los procesos judiciales", dijo sin despeinarse tras sentenciar, como Sánchez, que "no hay independentistas terroristas". "Al final lo evidente se impone", afirmó Zapatero en una nueva etérea redefinición de lo que son las leyes y de quienes la aplican, convencido de que las palabras de Sánchez "se van a abrir paso".
El expresidente añadió que los juristas "están en un ensayo nuevo" y buscan "perfeccionar la arquitectura" de una "materia bastante indócil": la cuestión de la "identidad catalana", según Zapatero, y ese "reencuentro total" entre los españoles al que dice aspirar Sánchez cuando maniobra para retener a sus aliados. Mientras asistimos al desarrollo de ese "ensayo" en el que están dispuestos a volarlo todo, cada vez despierta más rubor rebatir con lo que veíamos obvio frases que creíamos que jamás íbamos a oír de un político y no digamos de un jefe del Gobierno. Hace no tanto era impensable decir lo que ahora dicen.
