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Las declaraciones de un bandolero

Cuando las mayores tropelías dichas por un gobernante pasan como algo normal y cotidiano, estamos al borde de la desaparición.

Cuando las mayores tropelías dichas por un gobernante pasan como algo normal y cotidiano, estamos al borde de la desaparición.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece tras la reunión del Consejo Europeo. | EFE

Son escalofriantes las declaraciones del jefe del gobierno de España justificando el terrorismo de los separatistas. Simplemente, niega lo evidente. Niega exactamente el delito. Niega todo lo que están juzgando los jueces, y concluye: "El independentismo no es terrorismo". Da miedo. Es la actitud de alguien a quien no se puede persuadir. Se vive, o mejor dicho, vivimos en el terror porque ya no hay posibilidad de persuasión. Pero la reacción tibia, silenciosa e inmoral de todo un país ante semejante barbaridad, es aún más terrible. Podemos tomarnos la cosa a risa y, de hecho, es la respuesta mayoritaria de una parte de la prensa. La crítica de este país parece que no da para más. Bendito humor. Pero también la ironía humorística tiene sus límites aquí y ahora. No son las declaraciones de Sánchez del tenor humorístico de uno de los memes, o como se diga, que anda por las redes sociales: es un fascinante espectáculo de la naturaleza, dice el chiste, ver a un vasco y un catalán hablando entre ellos sin traductor. He ahí el ilustrador pie de una foto donde vemos departiendo amigablemente a los presidentes de la comunidad autónoma de Cataluña, un tal García de segundo apellido, y al de la comunidad vasca, cuyo nombre de pila es Iñigo… De risa.

La cosa, desde luego, es hilarante; pero, si se piensa un poco, es para llorar. Y es que la degradación moral de una sociedad política encanallada, como es la española, no tiene límites. Todo puede ir a peor. Cuando las mayores tropelías dichas por un gobernante pasan como algo normal y cotidiano, estamos al borde de la desaparición de España como nación. El encanallamiento es absoluto. Mantener que el independentismo no es terrorismo, como ha hecho Sánchez, es una felonía, reitero, cuando lo que están juzgando los jueces, se dice pronto, no es otra cosa que el terrorismo separatista. Y, sin embargo, la barbarie sanchista es, en mi opinión, equiparable a la falta de reacción crítica de una sociedad que mira para otro lado ante esa salvajada. Pocas, sí, por no decir ninguna reacción moral y política de entidad hallaremos en las universidades, en las academias, en los centros de pensamientos contra las declaraciones de Sánchez. Pareciera que el espíritu de la crítica hubiera desaparecido por completo.

Entre la locura y la cordura, entre lo enfermo y lo sano, apenas hay diferencia en un país que parece haber perdido casi por completo su razón de ser. Su sentido y significado. Sí, cuando el proyecto, el destino, el designio de una nación, a saber, mantener su unidad y continuidad, han desaparecido, entonces es difícil hablar de su razón de ser. Ésta es sólo una expresión cuasi retórica para mantener más o menos calmados a los jefes de unas tribus, ubicadas en un territorio dividido en diecisiete comunidades y dos ciudades, cuya máxima preocupación es mantenerse alerta ante un posible ataque de una de las otras tribus, o peor aún, del jefe de los jefes tribales. Todos se miran de reojo y nadie se fía de nadie. La confianza es una palabra borrada del lenguaje de estos jefes tribales. Sin confianza la política es inviable.

En un país donde domina la desconfianza, el odio y el resentimiento hacia el prójimo, la política no existe. La democracia es solo una palabra para ocultar el salvajismo. Este país se ha convertido en un lugar privilegiado de experimentación totalitaria para convertir las costumbres ciudadanas, especialmente la preocupación por lo común, en una justa forma de esclavitud, cada uno tiene que preocuparse únicamente de su oficio y especialidad, como nos aconsejaban en tiempos de Franco. Porque la nación, lo común, no existe, podemos aceptar casi como algo normal que un político, un tipo de la casta política, pueda decir algo tan terrible como que "el independentismo catalán no es terrorismo", sin que casi nadie se inmute. Miseria sobre miseria dirán los más críticos: ¿Qué más da lo que diga Sánchez sobre el terrorismo independentista, si España, como nación, o sea, como un bien común, ya ha desaparecido? Sí, querido lector, cualquier bandolero político puede decir cualquier cosa sobre España, porque la nación apenas existe. De ahí que casi nadie rechiste.

Irritación y enfado provocan las declaraciones de Sánchez, presidente del Gobierno con los votos del separatismo vasco y catalán, pero más indignación produce el silencio acrítico e inmoral del resto de agentes y agencias de socialización política y moral de un país que ha perdido la decencia. ¡Qué Sánchez defienda a los terroristas que le dan su apoyo está dentro de la lógica terrorista y criminal de este sujeto! Pero lo otro, el silencio tibio, el acatamiento de quienes caminan cabeza con cabeza, la actitud sumisa de quienes deberían denunciarlo ante los tribunales internacionales de justicia por alta traición a su nación, tiene otro nombre: cobardía.

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