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Comeremos lo que diga Marruecos

La izquierda y sus aliados ecologistas están destruyendo el campo español, un hecho que ya no es opinable.

La izquierda y sus aliados ecologistas están destruyendo el campo español, un hecho que ya no es opinable.
Agricultores valencianos protestan contra las políticas europeas y su falta de rentabilidad. | Europa Press

Las protestas de los agricultores que tienen paralizado el tráfico en las ciudades más importantes son solo el leve reflejo de un problema mucho más grave que ya está afectando a todos los consumidores, cada vez con menor acceso a los productos frescos del campo como indica la cesta de la compra del español medio. De seguir así, y nada hace pensar que la situación se vaya a revertir a corto o medio plazo, pasaremos de ser el primer país productor de frutas y hortalizas de Europa y el séptimo del mundo a depender para nuestro consumo de terceros países, encabezados, obviamente, por nuestro vecino del sur.

La izquierda y sus aliados ecologistas están destruyendo el campo español, un hecho que ya no es opinable. La derecha, por su parte, está contribuyendo también a este desmantelamiento criminal de nuestro sector primario con la creación de todo tipo de impedimentos burocráticos, la criminalización de agricultores y ganaderos y la sustitución de las tierras de cultivo tradicionales por inmensos campos de instalaciones fotovoltaicas y de energía eólica. Tendremos que importar las naranjas y los tomates, pero a cambio seremos el país más ecofriendly de todo el mundo y el que más lucha para detener el calentón global.

Estamos entregando nuestra industria agroalimentaria a Marruecos, la gran potencia emergente que, en pocos años, sustituirá a España como primer suministrador de productos frescos a todo el continente europeo. Y lo haremos no porque el Gobierno de España haya sido derrotado en su empeño por defender a nuestro sector primario, sino porque es el primer interesado en acabar con nuestra soberanía alimentaria en beneficio de la satrapía marroquí.

El lobby marroquí en Bruselas es impresionante. Hasta ahora habían conseguido colar en Europa millones de toneladas de hortalizas saltándose todos los controles impuestos por la UE, inundando los mercados europeos de productos sin las garantías fitosanitarias que se exigen a los que se producen en suelo europeo y producidos en situaciones laborales de semiesclavitud. Ahora, además, han conseguido que los gobiernos del sur de Europa trabajen para desmantelar su sector hortofrutícola y fomentar la huida de las empresas al norte de África, donde los salarios son miserables y pueden combatir las plagas con napalm radioactivo si resulta más barato que los fungicidas al uso.

Dice la FAO que la soberanía alimentaria es un objetivo vital para que la producción de alimentos y su consumo por la población no queden al albur de lo que decidan potencias extranjeras. El Gobierno de España, con la ayuda de la oposición allá donde gobierna, está haciendo exactamente lo contrario. Por eso, los agricultores han sacado los tractores a las calles en señal de protesta, porque ven que se acaba su modo de vida. Pero esto no es un conflicto económico de un determinado sector fruto de la coyuntura. Es el primer aviso para que los españoles sepamos que, en pocos años, comeremos lo que nos quiera enviar Marruecos, en las condiciones sanitarias que determinen sus autoridades y al precio que decida el Sultán.

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